Lección 7
El Sermón del Monte
Pasaje Básico: Mateo 5:27-37
“Oísteis que fue dicho…Pero yo os digo…”
Introducción a la Lección:
Apuntamos en la lección anterior que al ser Cristo el cumplimiento de la ley del Antiguo Testamento, la ley se convierte en Cristo en el conjunto integral de principios que transforman la vida del ser humano a la imagen de Jesucristo. Por lo que Mateo 5:21-48 es solo la aplicación de Mateo 5:17-20 a cinco situaciones de la vida diaria del pueblo de Israel. Cristo escoge estas cinco situaciones porque juntas y en su conjunto, representan la vida integral de todo discípulo suyo. En la lección anterior vimos las dos relacionadas con la ira y el resentimiento en las relaciones interpersonales. Ahora veremos las dos relacionadas con la santidad sexual y matrimonial en la vida de su discípulo.
1. Tercer Aspecto: El Discípulo de Cristo y el Adulterio (5:27-30).
La guerra contra el adulterio se gana o se pierde en el corazón.
La gran necesidad a la que el Señor apunta su enseñanza:
La enseñanza de Dios en su Ley respecto al adulterio es clara. En Éxodo 20:14 queda establecido que el adulterio no será una práctica en la vida de su pueblo. Con el paso del tiempo, los maestros de Israel fueron interpretando y aplicando a la vida diaria este principio. Pero debido a que su interpretación era personal, legalista y convenenciera, empezaron a llegar a conclusiones que no armonizaban con la enseñanza de Dios. Por ejemplo, para ellos el adulterio era el acto solamente. Y en el adulterio, la mujer era la responsable y la culpable. A Cristo le llevaron una prostituta para que la juzgara pero es interesante que no le llevaron al prostituto con quien la mujer había adulterado. Contra este trasfondo es que el Señor enseña.
La enseñanza del Señor
1. Primero nos enseña lo que es el adulterio y cómo está constituido.
- La enseñanza está dirigida al hombre, lo que indica que el Señor hace al hombre el primer responsable del adulterio.
- De acuerdo a la enseñanza del Señor Jesús, el adulterio empieza con una mirada.
- Se sigue con una mirada perversa habitual:
"cualquiera que mira..."
El verbo es un participio presente y nos habla de una característica continua.
A la "mirada habitual" le sigue (epitumia) o el deseo carnal perverso:
"...para codiciarla..."
Y la mirada detallada, lo habitual de esa mirada y el deseo perverso que esa mirada despierta es ya adulterio en el corazón. Solo falta el acto externo. Pero el acto externo es solo el resultado de algo que ya se realizó en el corazón.
2. En segundo lugar nos enseña la solución. El adulterio, dice el Señor, hay que combatirlo en el corazón a este nivel, porque solo aquí se obtiene la victoria. El hombre que sea victorioso en el área de sus pensamientos y emociones, será siempre victorioso en el acto externo. Por otra parte, el hombre dominado por sus miradas y pensamientos, será siempre dominado por el acto externo y Cristo nos da la victoria que se libra en el corazón:
- Asumiendo una actitud radical contra el pecado sexual ("...si tu ojo derecho... o tu mano derecha..."). Esta no es una invitación mutilarse el cuerpo sino una orden a tomar en serio el pecado sexual y nuestro compromiso con Cristo.
- Arrancando de raíz todo aquello que dispare dentro de nosotros el deseo carnal perverso.
- Practicando la presencia de Cristo (1ª.Cor. 10:31).
- Llenando nuestra mente con la Palabra de Dios (Salmo 1:2).
2. Cuarto Aspecto: El Discípulo de Cristo y el Divorcio (5:31-32).
La necesidad a la que Cristo dirige su enseñanza. Los historiadores cristianos de este periodo (Verral, Bruce, Barclay) nos dicen que la institución del matrimonio nunca estuvo en mayor peligro de desaparecer que en este tiempo. El pueblo Hebreo contaba con la Ley de Dios de la cual había derivado una enseñanza, una teología del matrimonio verdaderamente hermosa que no tiene precedente en la historia de los pueblos alrededor de Israel. Sin embargo, una cosa era la declaración de fe escrita y otra era la práctica. En la práctica la situación era grave:
- La crisis que el matrimonio atravesaba en Israel empezaba en el concepto que la ley rabínica tenia de la mujer. La institución didáctica judía había despojado a la mujer del valor y estima y la había reducido al nivel de simple objeto propiedad del padre o del esposo.
- El divorcio se practicaba como la forma más rápida, más fácil y común de deshacerse de la esposa que por alguna razón ya no era el motivo de satisfacción que había sido en otro tiempo:
- Pero el divorcio era solo prerrogativa del esposo, la esposa jamás podía divorciar a su esposo.
- Y por supuesto, el divorcio era compulsivo cuando la mujer cometía adulterio o era estéril.
- El hombre podía divorciar a su esposa por cualquier cosa que él juzgara indecencia en ella, ¡como por ejemplo quemar la comida!
- El divorcio solo tomaba en cuenta los intereses del esposo.
Contra este trasfondo de necesidad, El Señor enseña:
Revisa los fundamentos sobre los cuales Dios funda institución del matrimonio:
- El matrimonio tiene su origen en Dios
"...el que los hizo al principio..."
El matrimonio se levanta sobre el hecho de que tanto el hombre como la mujer, comparten la imagen de Dios
“. . . varón y hembra los hizo. . . “
El matrimonio se levanta poderoso sobre la responsabilidad de la independencia del núcleo familiar
"...el hombre dejará padre y madre y se unirá a su mujer…”
El matrimonio consiste en la unidad total de un hombre y de una mujer
“... y serán una sola carne…”
El matrimonio está constituido por una relación contra la cual no le es licito al hombre atentar
"...lo que Dios unió, no lo separe el hombre..."
La santidad es esencial:
"...salvo por causa de fornicación"
Por esto, el divorcio no es parte integrante matrimonio:
- El divorcio nunca fue, nunca ha sido, nunca será la solución de Dios a los problemas del matrimonio
Es solo permitido como un paliativo por causa de la dureza del corazón del hombre y esto solo en las circunstancias que la Palabra de Dios establece:
- Fornicación o adulterio (Mt. 5:32)
- Por conversión a Cristo de uno de los cónyuges y el abandono por parte del inconverso (1ª. Co. 7:15)
De cualquier manera estas dos circunstancias son el producto de la dureza del corazón del hombre.