Jesús: El Pacto de Dios Cumplido para Nosotros



Haré de ti un pacto para el pueblo. Isaías 49:8

De la pluma de Charles Spurgeon:

Jesucristo es en sí mismo la suma total del pacto y, como uno de sus dones, él es la posesión de cada creyente. Querido cristiano, ¿eres capaz de sondar lo que has recibido en él, porque «toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo»? (Colosenses 2:9).

Considera la palabra DIOS en la plenitud de su infinita grandeza y luego medita en la belleza de llegar «a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:13, RVR 1960).

Recuerda, siendo Dios y siendo hombre, todo lo que Cristo tiene o tuvo alguna vez te pertenece única y exclusivamente gracias a su favor. Se ha derramado en ti y será tu herencia para siempre.

Nuestro bendito Jesús, como Dios, es omnisciente, omnipresente y omnipotente. ¿No resulta reconfortante saber que todos estos gloriosos atributos son plenamente tuyos? ¿Tiene él el poder que necesitas? Su poder es tuyo para ayudarte y fortalecerte, para que sometas a tus enemigos y para sostenerte para siempre.

¿Tiene él el amor que necesitas? No hay una sola gota de amor en su corazón que no te pertenezca, y puedes bucear en su inmenso océano de amor y afirmar: «¡Es todo mío!»

¿Tiene él la justicia que necesitas? Es posible que nos parezca un atributo poco agradable, pero también es tuyo. Y es esta misma justicia la que te asegurará que todo lo prometido en su pacto de gracia es ciertamente para ti.

También participas del deleite del Padre que era sobre él como hombre perfecto. El Dios Altísimo lo aceptó. Por tanto, querido creyente, la aceptación de Dios hacia Cristo es también tu aceptación. ¿Acaso no te das cuenta que el amor que el Padre derramó en el perfecto Cristo también te lo otorga a ti?

Todo lo que Cristo consiguió es tuyo. La perfecta rectitud que Jesús manifestó es tuya. A lo largo de su vida sin tacha obedeció la ley, la honró y ahora su rectitud se te confiere a ti. Por medio del pacto, ¡Cristo es tuyo!

Mi Dios, soy tuyo; ¡qué consuelo divino!
¡Qué bendición saber que el Salvador es mío!
En el puro Cordero del cielo, mi gozo se ve triplicado
Y mi corazón danza al son de su nombre.
CHARLES WESLEY, 1707-1788

De la pluma de Jim Reimann:

¡Así es! ¡Cristo es tuyo! ¡Y puedes tener la certeza de que el futuro de tu herencia no depende de ti! Tienes «una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes» (1 Pedro 1:4).

Prestemos atención a lo que este versículo no dice: «reservada en el cielo por ustedes». No, ¡está reservada para ustedes! Y el pasaje prosigue diciendo «a quienes el poder de Dios protege» (1 Pedro 1:5). Si sabemos esto, ¿a quién le temeremos?

«Así que podemos decir con toda confianza: “El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?”» (Hebreos 13:6). Y hacemos nuestras las palabras de la oración del apóstol Pedro:

«¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva»
(1 P
EDRO 1:3).