Devocional 7
“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros, entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” 1 Pedro 1:15-19
Uno de los magníficos beneficios que la santidad produce en la vida del cristiano es la capacidad de amar, y experimentar un amor fraternal puro, no fingido, y entrañable, que cambia radicalmente nuestra vida y la de todos los que nos rodean. Demostrar el amor fraternal es el testimonio más efectivo que podemos predicar como iglesia. Siendo verdaderos amigos entrañables.
Durante este tiempo de cierta “dispersión” necesitamos expresarnos mutuamente esta clase de amor, porque esta es la pieza clave para que detone el poder de Dios en nuestra comunidad. Todo debe comenzar por el amor fraternal, puro, e inspirado por la verdad de Dios, por su palabra, y por el poder de su Espíritu Santo.
Existe una problemática que necesitamos superar en cuánto al amor fraternal se refiere. Muchas veces nos disponemos a amar a los demás, a tener buena actitud, a tratar mejor a los hermanos etc. Pero con mucha frecuencia son esfuerzos que no duran, se acaban pronto, y regresamos a los mismos hábitos y conflictos. Esto sucede cuando no identificamos bien cuál es la fuente del amor fraternal duradero. Así que, el gran objetivo de esta reflexión es que todos logremos identificar con claridad cuales son los recursos que Dios nos da para experimentar el amor fraternal que perdura, que no se corrompe, y que es genuinamente puro de corazón.
La primera gran fuente del amor fraternal es la purificación de nuestra alma mediante la obediencia a la verdad. Juan Wesley decía: “Esta clase de amor requiere que estemos dispuestos a participar en un proceso de purificación, donde el Espíritu Santo es el detonante del amor.” Hermanos, la pureza del alma empieza cuando obedecemos la verdad de Dios.
Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí.” (Juan 14:6). Y en Juan 17:17 Jesús volvió a orar a nuestro favor, y le pidió al Padre esto: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad.”
La pureza para amar empieza cuando aceptamos la verdad de Cristo y nos sometemos a sus exigencias. Las exigencias de Jesús no son una lista de demandas o requisitos; la verdad de Cristo es un recurso global de parte del carácter comprensivo de Dios hacia nosotros, mediante el cuál, Él provee todos los medios para que conozcamos su voluntad. Entonces, la verdad es la suma de sus enseñanzas y su ejemplo, de la influencia de su carácter, de sus obras, y de su Espíritu, guiándonos para conocer y entender su voluntad.
Someternos a la verdad de Dios implica separarnos voluntaria, y gozosamente, de las cosas indignas de nuestra vida anterior para purificar nuestra alma en obediencia a Dios.
Solamente un corazón puro es capaz de expresar un amor igualmente puro, genuino, y sin fingimientos. Porque solo el alma purificada por el Espíritu de Dios puede amar a los demás sin ningún deseo pecaminoso, sin ninguna pasión desordenada, sin ningún sentimiento superficial o meramente sentimental. Nuestro mundo necesita ver y recibir esa clase de amor puro y limpio.
La segunda gran fuente del amor fraternal es la simiente incorruptible de la palabra eterna de Dios. El verdadero amor fraternal debe perdurar, ser constante, y ser ferviente, aún con el paso del tiempo y las circunstancias. Por eso, la única fuente existente capaz de producir un amor incorruptible es la palabra de Dios.
El nuevo nacimiento que Cristo nos ha brindado tiene el objetivo que todo lo hagamos en este mundo tenga un impacto perdurable, porque la simiente de la cuál nos hizo renacer es una simiente incorruptible, la cuál es el Espíritu de Dios y su palabra poderosa.
Muchas veces, cuando nos equivocamos en expresar el amor fraternal hacia nuestra familia, hacia nuestras parejas, hacia nuestros hermanos en la fe, es necesario que volvamos el corazón hacia el nuevo nacimiento. En su gran misericordia, Cristo siempre nos da nuevas oportunidades para expresar el verdadero amor fraternal hacia todos, pero es necesario que reconozcamos que cuando existen relaciones rotas en nuestra vida la mayoría de las veces es también por causa de nuestras faltas. Es cuando necesitamos arrepentirnos, reconocer que hemos ofendido a Dios y que hemos lastimado a otros. Solo en esa actitud hay lugar para el nuevo nacimiento, para la restauración del alma, y para el amor fraternal que no se corrompe.
Hermanos, Dios nos está llamando para que nos expresemos mutuamente esta clase de amor fraternal, entrañable, que se asemeje a la palabra de Dios, la cuál vive y permanece para siempre.
Es necesario que obedezcamos la verdad de Dios, y que nos acerquemos al nuevo nacimiento para que demos testimonio, y expresemos un amor puro, de verdaderos amigos en la fe.
Motivos para orar:
- Alabemos a Dios, porque Él nos ha amado con una pureza extraordinaria. Él ha sido nuestro ejemplo y nuestra inspiración para amarlo más cada día. Y demos gracias porque en Él siempre podemos nacer de nuevo para amar a los demás.
- Pidamos a Dios que su Espíritu nos guíe para que purifiquemos nuestra vida mediante la verdad de Cristo, para que así podamos amar con pureza, sin fingimientos, y entrañablemente a todos los forman parte de nuestra vida.
- Pidamos a Dios que siempre mantengamos un corazón humilde para aceptar cuando hemos ofendido a Dios al no amar fraternalmente a los demás. Y que tengamos humildad para arrepentirnos cuando lastimamos a alguien más por nuestra falta de amor.