Devocional 15
“Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Puestos los ojos en Jesús, el iniciador y el perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el animo.”
Hebreos 12: 1-3 (NVI y RVR1960)
El gran maestro y teólogo de nuestro tiempo John Piper escribió esto: “Cada día inicias el resto de tu vida. No tienes obligación con tu pasado. No, si te vuelves a Jesús y crees en sus enseñanzas. No, si estás asombrado por Dios. En cambio, conocerás la verdad, la doctrina, y la verdad te hará libre (Juan 8:32).”
Y así es como necesitamos ver la vida cristiana. Cada mañana que despiertas, hay una carrera puesta delante de tus ojos, para que la corras con fe, mirando a Jesús, perseverando y asombrándote en su doctrina, sin ninguna obligación con tu pasado.
“Lleven la barca hacia aguas más profundas, y echen allí las redes para pescar” – Le dijo Jesús a Simón Pedro cuando recién lo conoció. Pedro le contestó: “Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada. Pero, como tú me lo mandas, en tu Nombre echaré las redes.” Y así comenzó la carrera de la fe del gran siervo de Dios llamado Pedro; arriba de una barca, poniendo los ojos en Jesús, y recibiendo en su corazón al autor de la fe, cuando le dijo a Jesús “en tu Nombre echaré la red.”
La Biblia nos dice que estamos rodeados de una gran multitud de testigos en nuestra carrera de la fe. Esto no significa que hay muchos testigos observándonos mientras seguimos a Jesús. No te imagines un estadio lleno viendo como sirves o como adoras a Jesús. La gran multitud de testigos se trata de personas que corrieron su propia carrera de la fe, y al correr fueron testigos de la bondad de Dios y sus promesas para toda la humanidad. Fueron testigos de lo que significaba vivir con los ojos puestos en Jesús, perseverar en obediencia y en el sacrificio, y murieron llenos de plenitud y de esperanza en las promesas de Dios y en la patria celestial. Atestiguaron con sus propios ojos que vale la pena dejarlo todo, despojarse de todo, tener paciencia frente a la oposición, y volver a empezar la carrera cada día con los ojos puestos en Jesús.
Hermanos, la lucha contra el pecado, contra los hábitos que nos estorban, y contra todo lo que se nos opone para seguir a Cristo, se gana perseverando, paso a paso, al poner nuestros ojos en Jesús cada mañana. Recordando, y agradeciéndole en oración, que él soportó toda la vergüenza y el sufrimiento de la cruz para llegar a la diestra del trono de Dios, y desde ahí, interceder por nosotros hasta que terminemos la carrera con gozo. Él lo hará en ti. Solo necesitas volver tus ojos a Jesús cada día, dejando atrás el pasado, dispuesto a conocer más la doctrina y la enseñanza de Dios.
Cuando Jesús tuvo que enfrentar la cruz, Pedro le dio la espalda. Lo negó tres veces. Aquél discípulo que había puesto los ojos en Jesús, y que había echado la red al mar en su Nombre, ahora había traicionado al maestro. Todo parecía perdido para Pedro.
Sin embargo, cuando Jesús resucitó fue en busca de los discípulos que estaban junto al mar de Tiberias. Pedro se encontraba en la barca, otra vez, como al principio, pescando junto a sus amigos. Habían estado toda la noche intentando pescar algo, pero sin éxito. Jesús les gritó desde la orilla: “¡echen la red a la derecha de la barca y encontrarán los peces!” ellos la echaron, y ya no podían sacar la red, por la gran cantidad de peces que habían atrapado. Pedro se bajó de la barca, nadó hasta la orilla, y volvió a encontrarse con el Maestro.
Aquel día, y después de haberle negado antes, Pedro volvió a poner los ojos en Jesús. Comió con él, platicaron, y Jesús restauró la quebrantada vida de Pedro.
En esta ocasión, Jesús le preguntó tres veces a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más?” Pedro le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.” Entonces Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.” Así, Pedro fue restaurado por Dios, y llegó a ser el primer pastor de la Iglesia de Cristo, y un testigo de la fe que cumplió con el gran propósito de Dios, dejando una huella indeleble de cómo poner la mirada en Jesús una y otra vez.
¿Recuerdas que cuando Pedro conoció al Señor estaba arriba de una barca, mirando a Jesús, y echando la red en su Nombre? Y ahora, como aquella primera vez, Pedro estaba nuevamente arriba de una barca, con los ojos puestos en Jesús, echando la red en su Nombre. Jesús fue el autor y el consumador de la fe en la vida de Pedro.
La carrera no fue fácil para el apóstol Pedro. Y tampoco lo será para nosotros. Pero si perseveramos todos los días en poner los ojos en Jesús, orando, aprendiendo su palabra, alabando su Nombre, y recordando la obra de salvación que Cristo realizó para nosotros, podemos estar seguros que no desmayaremos. Por muy grande que sea la oposición en nuestra contra, recordemos que Dios va delante de nosotros, y así terminaremos nuestra carrera con gozo mirando al Salvador. Dejemos que Dios restaure nuestra vida cada mañana así como restauró la vida de Pedro.
¿Sabes que motivó a Cristo para no desmayar ante la oposición? Fue el gozo por llegar a la presencia del Padre. Ese mismo gozo debe motivarnos hoy como Iglesia; la alegría de saber que, por muy difícil que se haga la carrera, un día estaremos con Cristo para siempre. No desmayes. Sigue echando tu red en el Nombre de Jesús en todo lo que hagas, y recuerda que cada día es el inicio del resto de tu vida con Dios.