Anclados a La Gracia de Cristo



Devocional 05

“Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos. Nuestro Sumo sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó. Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos.”

Hebreos 4: 14-16 (NTV)

 

“El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y está lleno de amor inagotable. No nos reprenderá todo el tiempo, ni seguirá enojado para siempre. No nos castiga por todos nuestros pecados; no nos trata con la severidad que merecemos. Pues su amor inagotable hacia los que le temen es tan inmenso como la altura de los cielos sobre la tierra. Llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros como está el oriente del occidente.”

Salmo 104: 8-12 (NTV)

 

Para mí, una de las palabras claves al leer este texto es la palabra “Confianza”.  Y creo que la gracia de Cristo es lo que nos llena de confianza para enfrentar todas las situaciones de la vida, en especial las etapas más difíciles. Si no fuera por la gracia de Cristo, no tendríamos la seguridad necesaria, ni la confianza, para permanecer aferrados a la fe que predicamos una vez que cruzamos por cualquier tormenta en la vida.

Es necesario recordar que la Gracia es la característica del corazón de Dios que no nos da, ni hace con nosotros, conforme a lo que merecen nuestras iniquidades o nuestros pecados, sino que nos trata siempre con misericordia, y provee para nosotros su favor, su amor, y su perdón.

Y no hay otro camino más eficaz para experimentar la Gracia de Dios que el de conocer personalmente a nuestro Salvador Jesucristo, Dios Hijo. A través de Él, la Gracia se hace palpable y accesible para nosotros.

 

Aquí enlistamos cinco aspectos prácticos que alentaran tu corazón para acercarte al trono de la Gracia todos los días de tu vida:

 

  1. La ayuda que Jesús te ofrece siempre será la más oportuna. Hay una frase que algunos cristianos antiguos pronunciaban: “Dios, a veces es lento como una tortuga, pero nunca llega tarde.” Y es verdad. La ayuda más oportuna para nuestra necesidad no siempre ocurre como nosotros queremos o pensamos, o en el tiempo en que nosotros decidimos que es mejor. Aunque el auxilio de Dios pueda demorarse un poco, u ocurrir diferente a lo que tú pensabas, puedas estar seguro de que, en Cristo, esa ayuda será la más eficaz, la más provechosa, y la más dichosa para ti.  Romanos 8:28 dice: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos (NTV).” La clave es entender que los propósitos que Dios tiene para nosotros son mejores, pero no siempre alcanzamos a visualizarlos en un solo instante de la vida. Necesitamos creer, y seguir avanzando.

 

  1. Jesús comprende todas y cada una de nuestras debilidades. Jesús tiene la capacidad para compadecerse de nosotros en cualquier situación de la vida. Jesús sabe lo difícil que a veces nos resulta obedecer a Dios. Él mismo experimentó pruebas, tentaciones, aflicciones, rechazo, dolor, sufrimiento por algún ser querido, y todas las contradicciones que nosotros enfrentamos, y aunque Él nunca pecó, nos comprende a la perfección. Él sabe cuando estamos cansados, decepcionados, desanimados, o frustrados. Por eso, abrió un camino de confianza hacia su trono de Gracia y  Misericordia. Podemos acercarnos a él, sin importar la gravedad de nuestro problema, o lo agudo que sea nuestro dolor. Delante de su presencia, en oración, encontraremos el rescate oportuno. En su presencia encontraras consuelo, fortaleza para seguir, y una nueva pasión para obedecer al Señor.

 

  1. No hay ninguna persona en esta planeta que pueda interceder por ti como Jesús puede hacerlo. Es normal que muchas veces busquemos la ayuda de alguien para que ore por nosotros. A veces le pedimos al pastor, o a nuestros maestros, que oren por nosotros. Eso está muy bien. Sin embargo, es fundamental que siempre sepas que nunca nadie orará por ti como lo hace Cristo en este mismo instante. Él es el Sacerdote supremo. Su intervención es muy efectiva porque, a diferencia de los sacerdotes antiguos del culto judío,  él no necesita purificarse a si mismo para luego interceder por los demás. Como él nunca pecó, su intercesión por ti ya es perfecta. Cuando atravieses por tiempos de lucha, de pruebas, o tentaciones, ora en privado, y pídele a Jesús que interceda por ti como solamente Él puede hacerlo.

 

  1. Acercarte al trono de la gracia supera la práctica de una simple religión. Hebreos 4:14 dice que “tenemos un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos”. En el tiempo de la ley, cuando los sacerdotes entraban a ofrecer sacrificios para reconciliar al pueblo con Dios, tenían todo un ritual bien establecido. Primero entraban al atrio del tabernáculo, posteriormente entraban al lugar santo, y finalmente entraban al lugar santísimo, y ahí ofrecían el sacrificio. Pero cuando Cristo murió en la cruz, la historia nos dice que el velo que daba acceso al lugar santísimo en el templo de los judíos,  se rasgó de arriba hasta abajo. Dándonos a entender simbólicamente que Cristo había abierto el camino directo hacia la misma presencia de Dios Padre. Ya no eran necesarios los sacrificios. Pero más aún, Cristo no solo traspasó el lugar santísimo, sino que penetró, entró hasta los cielos, a la presencia divina de Dios. Y ahí, en los cielos, intercede por ti. Por lo tanto, acercarte al trono de gracia es una experiencia que trasciende una simple religión o un ritual físico. Es una experiencia espiritual que transformará tu ser por completo.

 

  1. Permaneciendo delante del trono de la gracia podemos aferrarnos a los que creemos.  Cristo nos llama a la vida eterna. Recuerda que estamos navegando para llegar a nuestra patria celestial. Ahí es donde verdaderamente pertenecemos. Ahí se encuentra nuestra verdadera ciudadanía. Acercarnos al trono de la gracia de Jesús todos los días es el aliento y la fuerza que necesita nuestro corazón para retener nuestra fe como iglesia. Solamente delante del trono de su Gracia hallaremos esa motivación.

 

El trono de gracia transforma nuestra forma de pensar, porque ahí descubrimos la fuerza del amor incontenible de Cristo por nosotros. Experimentar la confianza y la restauración que fluyen del trono de Gracia de Cristo causa que nuestra vida no vuelva a ser la misma. Seremos verdaderamente transformados como Iglesia mientras más y más busquemos el oportuno socorro del Sumo Sacerdote Jesús.

Finalmente, aunque la invitación de Cristo es para acercarnos con confianza, nunca pierdas de vista que estás acercándote al trono del Rey de reyes y Señor de señores. Esto demanda de nosotros una actitud de máxima reverencia en nuestro interior, y un corazón sumiso y humilde ante la majestad de Cristo. Esta debe ser nuestra única actitud como iglesia delante de su presencia.