Necesitamos más de tu Gloria, Señor



“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo“ 2ª Corintios 4: 6

Devocional 6

Serie Segunda de Corintios


El cosmos tal como lo conocemos hoy surgió de la voz de Dios. Dios dio la orden con su voz para que todo comenzara a existir. En Génesis 1:3 leemos lo siguiente:

“Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.”

De tal forma que lo primero que Dios llamó a existir fue la luz.  Ahora, medita en lo siguiente: La misma voz de Dios que dijo “sea la luz”, es la misma voz que dijo “sea la luz” en tu corazón para que hoy puedas ser discípulo de Cristo; Y es la misma voz que dijo “sea la luz” en tu corazón para que hoy puedas servir a Dios y a su iglesia. Solamente, y gracias a la voz de Dios enviando su luz a nuestro corazón, es por lo cuál hoy tenemos vida en el espíritu.

¿Qué reveló específicamente la luz de Dios en nuestro corazón? ¿Qué era lo que antes no podíamos ver en nuestro corazón, pero que ahora en Cristo podemos verlo con claridad? Es la gloria de Dios; La gloria de Dios es la exposición o la revelación de lo que Dios es y lo que Él vale. Es el valor infinito de Dios y su belleza; Es la verdad y la Santidad de un Dios que no se puede comparar con nada ni nadie, porque Dios está en una categoría aparte y diferente a todo. Y la máxima expresión de nuestra felicidad y nuestra plenitud podemos hallarla cuando percibimos y conocemos la gloria peculiar de un Dios  peculiar.

Dios nos enseña en su palabra que fuimos diseñados para contemplar su gloria por toda la eternidad. Esa es nuestra principal razón de existir, y cuando la hallamos podemos comprobar que es verdad, porque nuestra vida experimenta gozo, paz, felicidad, y bendición espiritual.  Pero para experimentar estas bendiciones espirituales necesitamos conocer y ver su gloria tanto como nos sea posible en esta tierra. No podemos esperar recibir y disfrutar las bendiciones espirituales  (gozo, paz, felicidad y prosperidad) si no hemos conocido o percibido la gloria de Dios primeramente. Necesitamos ver su gloria para entonces recibir lo demás.  Quizá por eso a veces perdemos de vista tan fácilmente el valor o el significado de seguir a Cristo; porque queremos tener paz, alegría, y bendición, sin haber valorado primeramente la gloria de Dios. Tal vez no hemos apreciado en nuestro corazón el valor infinito de Dios y su belleza. Busquemos ante todo su gloria.

Entonces ¿Cómo le hacemos para ver la gloria de Dios?  ¿Qué pasos debemos seguir? El apóstol Pablo nos dice en este mismo versículo:

“la gloria de Dios se encuentra en la faz de Jesucristo”

 Es en el rostro de Cristo donde hemos de ver la gloria de Dios. En las palabras y en las obras de Jesús se encuentra escondido el tesoro de la gloria de Dios.

Por ello, es fundamental que muy frecuentemente, tanto como te sea posible o necesario, ores pidiéndole al Padre y al Espíritu Santo que alumbre tu corazón con su luz para que puedas conocer su gloria en su Palabra; que puedas tener un nuevo deseo, y más  hambre espiritual, para leer su Palabra, especialmente las palabras de Cristo; que puedas entender lo que lees con la luz de Dios.

Confía en que Dios es infinitamente poderoso para hacer posible el alumbramiento de tu alma y de tu corazón.

Sobre todo, confía en que el mayor deseo de Dios es que tu lo puedas conocer. Dios no es un Dios enojado, malo o indiferente, que no quiera ser conocido, o que quiera ser conocido solo por algunas personas. El quiere que todos los hombres sean salvos, y que todos conozcan su gloria y su belleza, porque Él busca nuestra plenitud. Con esta confianza y con fe ora a Dios para que esto suceda, Él es fiel.

Si tu sirves a Dios en cualquier ministerio dentro de la iglesia, no desmayes. No te rindas, porque la misma voz que llamó a existencia todo el universo es la voz que alumbró tu corazón para que sirvas a Dios en este nuevo camino Cristiano. No estás sirviendo por tu propia voluntad o capacidad, estas sirviendo porque Dios resplandeció en tu corazón; Y Él quiere seguir resplandeciendo en tu vida y en tu ministerio. No desmayes, más bien, busca más y más de su gloria.