Huyamos de la Auto Exaltación


“”Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba.” 2ª Corintios 10: 17 - 18


Devocional 14

Serie Segunda de Corintios


Hay una tendencia en la naturaleza de todo ser humano por recibir aprobación. Si nos sentimos aprobados en cualquier ámbito de la vida, entonces nos sentimos bien, estamos satisfechos. Esto no es necesariamente malo o negativo, ya que Dios nos diseñó con ese deseo natural por ser recibidos, aceptados, y amados por los demás, pero principalmente, para sentirnos amados y aprobados por Él. Lo que en verdad importa, es que siempre, y en primer lugar, busquemos la aprobación de Dios para nuestra vida. Que haya en nosotros la confianza y la paz interior de saber que estamos agradando a Dios en cada aspecto de nuestra vida. La satisfacción interior que perdura en el corazón humano es la seguridad de que somos amados y aprobados por Dios. Y todo esto lo hemos alcanzado y lo hemos recibido al creer en Jesucristo como nuestro Señor.

 

Sin embargo, en la búsqueda de aprobación, nuestra sociedad nos enseña que debemos presentarnos y auto promovernos como personas exitosas, saludables, fuertes, e inteligentes. Para la sociedad en la que nos desempañamos hoy, la aprobación y el éxito dependen de tener el mejor perfil en “Facebook”, o las mejores fotografías de experiencias y viajes en Instagram, o recibir miles de  “likes” en redes sociales, o tener una creciente cuenta de seguidores en “twitter”. Pero como dice el pastor Louie Giglio: “A través de las redes sociales, equivocadamente, le hemos dado demasiado poder a las demás personas para que opinen y definan lo que somos”.

 

Gran cantidad de conversaciones que se escuchan hoy por todo el mundo tienden a la auto exaltación humana. Escuchamos por todos lados a personas que presumen todo lo que hacen, todo lo que tienen, ha donde han viajado, cuánto han mejorado físicamente, hacia donde va su empresa, lo que han hecho en el pasado,  etc. A veces, cuando nos alabamos a nosotros mismos nos sentimos bien por un algún tiempo, pero esa satisfacción no dura mucho.

 

Esta tendencia de auto promoción también afecta a las iglesias. Por todos lados vemos a personas que se auto denominan apóstoles, pastores, profetas, etc. Sin que nadie los haya enviado a ejercer esas labores.  Vemos a miles de cristianos que abandonan sus iglesias porque sienten que no son tomados en cuenta, y creen que tienen el “llamado” o la capacidad de predicar, de enseñar, de evangelizar, o de formar su propia iglesia.  Vemos muchos cristianos que se la pasan hablando y presumiendo por todas las iglesias a donde van sus “extraordinarias habilidades”  para ejecutar un instrumento musical o para cantar alabanzas a Dios.

 

El apóstol Pablo tuvo que enfrentar a muchas personas de este tipo mientras fundaba y afirmaba a las Iglesias en Cristo. Muchos que se auto denominaban “maestros o apóstoles” se infiltraban a las iglesias para desacreditar el ministerio de Pablo, para exigir cosas superficiales de los creyentes, y para establecer debates y comparaciones inútiles entre los cristianos de esa época. Sin embargo, Pablo vivía plenamente confiado en que mientras Dios aprobara su ministerio y todo lo que él hacía, las Iglesias serían guardadas por Dios, y alcanzarían los propósitos divinos hasta el final.

 

Este pasaje no es un llamado para abandonar las redes sociales, o para dejar de platicar acerca de nuestros trabajos o de nuestros proyectos personales con los demás; Es mas bien un llamado para dejar de utilizar las redes sociales y las conversaciones para alabarnos y auto promocionarnos a nosotros mismos con el fin de recibir la aprobación de los demás.

 

Dios ya nos ha dado su aprobación por medio de Jesucristo. Nos ha amado con todo y nuestros defectos, nuestros problemas, o nuestras enfermedades. Nos aprueba tanto que nos ha incluido en sus planes para compartir su salvación en todo el mundo, y somos la alegría de su corazón. Y nosotros debemos deleitarnos en esa realidad, y encontrar toda nuestra satisfacción en saber que Dios nos aprueba y nos acepta cada momento y cada segundo de nuestra vida.

 

De igual manera, como iglesia, necesitamos confiar en que mientras Dios apruebe todo lo que somos y todo lo que hacemos, la iglesia estará segura en Cristo. Él la guardará hasta el final, y cumplirá todo su deseo en nosotros.  En esto debe estar toda nuestra satisfacción.

 

Jeremías 9:24 dice:

“Pero los que desean jactarse que lo hagan solamente en esto: en conocerme verdaderamente y entender que yo soy el Señor quien demuestra amor inagotable, y trae justicia y rectitud a la tierra, y que me deleito en estas cosas. ¡Yo, el Señor, he hablado¡”