Devocional 14
“Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad.”
Hebreos 11: 13-16 (NVI y RVR1960)
Cuando leemos en el texto que “conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido…” se refiere a los grandes hombres y mujeres de fe que fueron Abraham, su esposa Sara, su hijo Isaac, y el padre de todas las tribus de Israel, Jacob.
Ellos recibieron solo una parte de todo lo que Dios les había prometido, porque la gran historia de amor y redención de Dios para la humanidad no se puede limitar o medir en función de una sola persona, o una sola generación, sino que trasciende la creación y todas las generaciones sobre la faz de la tierra.
De hecho Moisés escribió en el Salmo 90: “Señor, tu has sido nuestro refugio generación tras generación. Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios.”
Abraham y Sara no vieron lo grande que iba a ser su descendencia. No vieron a Cristo redimiendo a toda la humanidad, pero si recibieron a Isaac, como un “anticipo” de la gran fidelidad de Dios. Abraham tampoco vio la tierra prometida que Dios le entregó al pueblo de Israel muchos años más adelante, pero murió confiando en que Dios cumpliría todo lo que le había prometido, y esperando llegar al hogar celestial, donde habitaría por siempre con Dios.
El punto principal de este devocional es este: Cristo nos llama para que participemos gozosamente en su historia de gloria y redención, porque solamente al cruzar los mares de esta gran historia se encuentran el verdadero propósito y destino: Una patria celestial con Cristo. A pesar de que no alcancemos a recibir todas las promesas de Dios en este mundo, y a pesar de que las olas de la aflicción se arrecien, Cristo quiere que coloquemos nuestro corazón, con fe y con anhelo, en nuestra patria celestial.
Jesús les dijo a sus discípulos: “No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy.” Juan 14:1-3 (NTV)
Con un poco más de detalle, mira cómo los antiguos anhelaban la patria celestial, porque así es como nosotros descubriremos la esperanza, la confianza, y el gozo que tanto necesitamos cada día:
Mirándolo de lejos. Es decir, poniendo la mirada a largo plazo. Mirando lo que Dios puede hacer a través de tus generaciones, y de la historia de la humanidad; No solo en este momento. Nuestra participación puede que sea breve, pero es trascendente en las manos de Dios. Romanos 11:36 dice: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” Toda nuestra vida le pertenece a él, existe por él, y todo es para su gloria. Por eso podemos tener confianza y paz en cada momento, porque nuestra vida tiene un final glorioso con Cristo. Tenemos el privilegio de ser parte de los planes de Dios para su Iglesia en esta época tan determinante en la historia. Por eso, Cuando sientas que la vida no tiene mucho sentido, o cuando sientas que estás atrapado en el enojo o la desesperación, recuerda y dile estas palabras al Señor: “La vida es corta, pero Tú eres grande.” Dile también: “La vida es corta, pero Tú eres bueno.” Y disfruta cada momento en el amor y en la paz de Jesús.
Creyéndolo, y saludándolo. La calidez de un saludo refleja el valor, o la dignidad, que una persona tiene para nosotros. Imagina esto: ¿Cómo saludarías a Jesús si te cruzaras con Él hoy, en algún lugar? Creo que muchos nos postraríamos, y la agradeceríamos, porque un día estaremos con él para siempre. Creo que le diríamos que confiamos en él, en todo lo que ha hecho, y en todo lo que hará por nosotros. Así tenemos que adorar a Dios en cada oportunidad: Creyendo a sus promesas, y saludándolo con toda reverencia, porque él está preparando un lugar para nosotros.
Confesando. Frecuentemente ora, y confesémosle a Dios: Que somos extranjeros y peregrinos en esta tierra. Que no estamos muy cómodos aquí, porque anhelamos una patria mejor. Que no pensamos en volver atrás, porque valoramos mucho que Cristo nos rescató de una vida sin sentido y vana. Es algo que debes confesar cada vez que sea necesario y cada vez que sientas la negra nube del desaliento posarse sobre tu cabeza. Confesar, y aún cantar, acerca de esta esperanza afirmará tu corazón durante las temporadas más difíciles de la vida.
Iglesia, a pesar de las tormentas que cruzamos, no debemos ignorar ni olvidar que Cristo, en su gran amor y bondad, está preparando un hogar celestial para nosotros.
Cuando oramos, cantamos, y testificamos, acerca de nuestra patria celestial, Dios no se avergüenza de llamarse “Nuestro Dios.” Él engrandece su Nombre sobre nosotros.
Cuando el presente no sea muy alentador para ti no olvides que Dios es muy grande y es muy bueno. Y no olvides que Dios siempre está preparando cosas mejores, y más grandes, para tus hijos y para tus generaciones, siempre y cuando decidas anclar tu fe en él por medio de la convicción, la obediencia, y la perseverancia. Sigamos adelante en la carrera de la fe.