Anclados a la Segunda Venida de Cristo



Devocional 10

“Así también Cristo fue ofrecido una sola vez y para siempre, a fin de quitar los pecados de muchas personas. Cristo vendrá otra vez, no para ocuparse de nuestros pecados, sino para traer salvación a todos los que esperan con anhelo su venida.”

Hebreos 9: 28 (NTV)

 

Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a si mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.”

Tito 2:13-14

 

Nunca olvidemos que Cristo vendrá por segunda vez a la tierra. Cuando las tormentas arrecian, necesitamos volcar nuestra atención y nuestros pensamientos hacia esta realidad: Cristo vendrá otra vez para salvar a los que esperamos con anhelo su venida. 

Pablo se refirió a la segunda venida de Cristo como “la esperanza bienaventurada”, y la “manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. La segunda venida de Cristo será una manifestación indescriptiblemente gloriosa. Será un evento glorioso para todos aquellos que hemos creído, y esperado, en aquel día. Guardar esta esperanza en el corazón es una experiencia bienaventurada, es decir, una experiencia feliz, dichosa, y alegre. La esperanza en la venida de Jesús no es algo que deba llenarnos de resignación, de  solemnidad, de luto, o de nostalgia; Esperar la segunda venida de Cristo es algo que los verdaderos cristianos vivimos con alegría, con gozo, con una alegre canción de fe, porque sabemos a Quién le pertenecemos, y hacia donde vamos.

 

Hebreos 9: 28 nos dice que “Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos.” Aquí, la palabra “ofrecido” significa: “traer, o dirigir, hacia.” Se refiere a que Jesús fue la ofrenda, la oración perfecta, y el sacrificio perfecto, por nuestros pecados.

Así, Jesús fue traído hacia nosotros, los seres humanos, para darnos las buenas noticias de salvación, para liberar a los oprimidos y a los cautivos, y para proclamar el tiempo de salvación para todas las personas (Leer Lucas 4:18).

Mateo 4: 24 dice que la fama de Jesús se difundió por toda Siria, “Y le trajeron a todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó.” Isaías 53:4 dice que “Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” Cristo fue la ofrenda perfecta, y fue propicio para liberar nuestra alma de todas las cargas del pecado, del orgullo, del pasado, de la culpabilidad, de la angustia, y de la enfermedad. Fue ofrecido una sola vez, y con eso bastó.

 

Hoy, durante estos tiempos de tormenta, es momento de que actuemos con confianza y con esperanza en la ofrenda perfecta de Jesús. Aquel Jesús, que vino por primera vez al mundo, hoy está vivo; está sentado en el lugar de más alto honor en los cielos, limpiando nuestra vida y perdonando nuestros pecados, y volverá por segunda vez para salvar a los que creen y esperan en él. Mantengamos una mente, y un corazón, expectante todos los días. Una actitud de fe es el ancla que se arroja sobre la segunda venida de Cristo.

 

Por muy difícil que sea el panorama no te desalientes de la fe. No vuelvas atrás, porque, con toda seguridad, podemos confirmarte que todas las palabras de Dios son fieles, y llegará el día cuando Cristo aparezca por segunda vez en el mundo.

 

En su segunda venida, Cristo vendrá para juzgar a todos aquellos que no creyeron, ni aceptaron, el mensaje de Salvación para el perdón de sus pecados; Y también juzgará duramente a todos aquellos que un día le recibieron, pero que, por causa de las tormentas y las dificultades, se volvieron atrás, y se apartaron del camino de la fe en Cristo.

Pero, en glorioso y bienaventurado contraste, Cristo también viene para Salvar a los que esperamos con anhelo su venida.

 

Cuando los primeros Cristianos se encontraban para saludarse, en cualquier lugar, se decían unos a otros: “¡Cristo viene!” Y eso significaba que las tormentas, las luchas, y aún las persecuciones que ellos enfrentaron, eran insignificantes comparadas con la esperanza y la gloria que sentían en el corazón porque anhelaban ver a Cristo con sus propios ojos. 

Hoy, anhelemos ver a Cristo, con nuestros propios ojos, mucho más de lo que anhelamos que nuestros problemas sean resueltos. Pongamos la mirada en la segunda venida de Jesús.