Devocional 15
Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. 1 Pedro 5: 1-4
La grey es el rebaño de Dios, la iglesia de Cristo. El Salmo 95:7 dice: “Porque él es nuestro Dios; nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.” Todos necesitamos de los cuidados de Jesús, el Príncipe de los Pastores, por medio del liderazgo que Dios ha impuesto en la iglesia local a la que pertenecemos. Los “ancianos” son los pastores, los líderes de la iglesia, que se encargan de cuidar de nuestras almas, conduciéndonos y alimentándonos con las palabras eternas de Dios. Si deseamos ser apacentados por Cristo, es esencial que comprendamos el liderazgo impuesto por Dios, y nos sometamos a él con gozo y gratitud.
De hecho, todos necesitamos comprender mejor el rol de líderes para ejercerlo de acuerdo con el lugar que Dios nos da. Algunos son padres y madres de familia, encargados de “apacentar” a sus hijos en la fe de Jesucristo; algunos son hermanos mayores, encargados de ser un buen ejemplo cristiano para los más pequeños; algunos otros son siervos o líderes en la iglesia, llamados para dirigir al pueblo de Dios en diferentes ministerios; y muchos otros tienen la gran responsabilidad de ser un testimonio convincente del amor de Dios para sus amigos y familiares que aún no aceptan a Jesús como Salvador. El hecho es que nadie puede evadir la responsabilidad de liderazgo en el lugar donde Dios te llame hoy. Por esa razón, aquí veremos algunos aspectos esenciales que el apóstol Pedro nos enseña para ejercer el liderazgo, dentro y fuera de la iglesia.
- El liderazgo se ejerce “no por fuerza, sino voluntariamente.” Los tiempos de dispersión en los que vivían las primeras iglesias cristianas hacían que la labor de “líder” de la iglesia fuera algo muy arriesgado debido a las persecuciones que enfrentaban, por eso necesitaban asumir el liderazgo como una labor voluntaria, más que un oficio o una profesión obligatoria. A pesar de los riesgos, los sacrificios, y los esfuerzos que implique servir a Dios en este tiempo, debemos asumir el liderazgo voluntariamente, con buen ánimo, y con gratitud y amor por Dios.
- El liderazgo se ejerce, “no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto.” Nunca debemos esperar una recompensa económica por servir a Dios. Los siervos de aquellos tiempos debían ser sustentados por la iglesia para poder sobrevivir porque sus labores eran muchas, y de tiempo completo, pero aún así, el dinero no debía ser su motivación principal. Cuando servimos a Dios nunca debemos sentir temor o desconfianza en cuánto a nuestro sustento diario. Filipenses 4:19 dice: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Y en Mateo 6:33 Jesús nos dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Pero también debemos ser generosos para diezmar y ofrendar, porque los pastores que se dedican de tiempo completo a la obra deben ser sustentados por la iglesia. Sobre todo, debemos tomar en cuenta que la bendición y la provisión de Dios se derrama en abundancia, y especialmente, sobre los corazones generosos que no se aferran al dinero, sea poco o mucho.
- El liderazgo se practica, “no como teniendo señorío sobre los que están a nuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” El liderazgo nunca debe ser una posición de tiranía, ni para sentirnos moralmente superiores a los demás; Los pastores y los líderes nunca debemos olvidar que nosotros No somos el Príncipe de los pastores. El liderazgo se practica siendo buen ejemplo. En 1ª de Timoteo 4:12, el apóstol Pablo nos enseña: “…se ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”. Ser líderes no implica “mandar” desde un lugar superior, sino enseñar a los creyentes a través del buen ejemplo. El liderazgo más eficiente siempre se reflejará en tu forma de hablarle a los demás, tu comportamiento dentro y fuera de la iglesia, tu amor por los de tu casa y por los creyentes, tu confianza en Dios a pesar de las pruebas, tu vida de obediencia, pureza y santidad, a la palabra de Dios.
Pedro siempre fue un líder y un pastor humilde; fue testigo de muchas de las glorias de Jesús, pero nunca presumió, ni reclamó algún lugar especial o primordial en la iglesia, sino que se identificaba como un “anciano”, un pastor más. Pedro nunca se auto exaltó, ni menospreció a nadie, solamente estuvo dispuesto a sufrir y a sacrificarse con tal de conducir a la iglesia hacia los verdes pastos del Príncipe de los pastores, Jesús. Pedro simplemente esperaba en la gloria eterna que será manifestada cuando Cristo vuelva. Esa debe ser nuestra única ambición cuando somos líderes: mantener la esperanza viva de que Cristo viene pronto, lleno de gloria y majestad, para darnos la corona incorruptible de gloria.