Devocional 11
Queridos amigos, ya que son “extranjeros y residentes temporales”, les advierto que se alejen de los deseos mundanos, que luchan contra el alma. Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo. 1 Pedro 2: 11-12
“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” 1 Timoteo 4:12
Nuestro caminar con Cristo debe ser mucho más que una religión. Lo único que trasciende la religión es el ejemplo; Por eso Dios nos llama para que cada día seamos ejemplo verdadero de amor, de pureza, y de fe. Este ejemplo debe ser demostrado hacia los creyentes y hacia los no creyentes por igual, sin ninguna diferencia. Lo que ejemplificamos en la iglesia, o con nuestros amigos cristianos, debe ser lo mismo que ejemplificamos hacia las personas que conviven con nosotros pero que no son creyentes.
Una de las preocupaciones del apóstol Pedro hacia los hermanos que se hallaban dispersos era la manera en la que ellos, los creyentes, se relacionaban con el mundo exterior. Muchas veces aquellos hermanos eran maltratados o mal interpretados porque se rehusaban a adorar a los dioses paganos, y a participar en las fiestas sensuales que se organizaban en aquel tiempo.
Pero Pedro alentaba a los creyentes para que evitaran escrupulosamente todo aquello que impidiera el desarrollo de su alma, que destruyera el amor mutuo, o que debilitara el testimonio cristiano.
Necesitamos pedirle a Dios que nos permita recordar que nuestra presencia en esta tierra es una residencia temporal. La morada de Dios habita en nuestra alma, pero nuestra existencia material es como la de un extranjero en tierra extraña, que rechaza cualquier cosa que entre en conflicto con la voluntad de Dios para el alma. El ejemplo cristiano empieza cuando recordamos lo que somos: somos residentes temporales que un día darán cuentas a Dios del ejemplo que dimos a los creyentes y a los no creyentes.
Jesús siempre guardó el perfecto ejemplo del Padre celestial. Él nunca pecó, pero mucha gente lo criticó, lo maltrató, y lo mal interpretó por el simple hecho de dar un verdadero ejemplo, en palabras y en conducta, de amor, de pureza, de fe, y de espíritu.
Cuando estemos dispuestos a dar un verdadero ejemplo cristiano mucha gente va a despreciarnos, a criticarnos, a juzgarnos, o incluso a maltratarnos. Pero esto no debe desanimarnos porque, con el paso del tiempo, esa misma gente no podrá negar que nuestra vida y nuestra conducta son consistentes, congruentes, y verdaderos; siempre y cuando mantengamos una conducta ejemplar, que marque una diferencia real con la forma de vivir del mundo. Así, muchos creerán en Cristo mientras se acerca su venida.
Cuando Jesús estaba a punto de morir en la cruz, dice la Biblia que la tierra tembló, y muchos se llenaron de temor. Un centurión romano de los que vigilaban a Jesús al pie de la cruz tuvo mucho temor, y dijo: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios.”
Estemos dispuestos a dejar cualquier cosa que impida el verdadero desarrollo de nuestra alma. Estemos listos para cambiar todas las conductas que destruyan el amor mutuo entre nosotros y el prójimo. Renunciemos a todos los hábitos que debilitan nuestro testimonio.
Cristo nos ha dado su Espíritu, su vida, y una comunión íntima con el Padre, para que nuestra forma de hablar, de actuar, de creer, de amar, de mantenernos puros, sea un ejemplo eficaz, hacia los creyentes y hacia los no creyentes por igual.