Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Juan 4:13-14
En el capítulo cuatro del evangelio de Juan, Jesús se encontró como una mujer samaritana que se preparaba para sacar agua de un pozo; la conversación se desarrolló al punto en el que Jesús comparó el agua que Él ofrece con el agua que se hallaba en aquel pozo.
Después de escuchar esto, la mujer samaritana se entusiasmó con la posibilidad de recibir esa agua que Jesús le ofrecía; sin embargo, ella cometió el error de pensar que ya nunca tendría que regresar a sacar agua física del pozo y que así su vida sería mucho más sencilla. Aquí es cuando muchos cristianos nos salimos del camino pensando que cuando venimos a Jesús nuestras vidas se convertirán en un campo de flores, cuando claramente no se trata de eso.
Esta es la razón por la cuál muchos individuos asocian su salvación con las experiencias Cristianas de otros parientes, o personas, o incluso otros ministerios; y como ellos están conectados con dichos parientes o personas, en su mente, esto significa que ellos también se encuentran en el camino correcto con Dios cuando eso está lejos de la realidad. Y en vez de aceptar los retos de la caminata Cristiana para madurar y desarrollarse, ellos prefieren vivir vicariamente a través de alguien más. Aunque lleguen a tener un abuelo, abuela, padre, madre, tío, tía, etc. que sea buena influencia para ellos y les ayuden a permanecer en la gracia de Dios en un momento en particular, eso no equivale a la salvación o a la vida abundante para un individuo.
En otras palabras, un individuo no puede vivir la vida Cristiana basado solamente en las experiencias de alguien más; todos necesitamos vivir en un encuentro personal, y constante, con el Salvador por nuestra propia cuenta.
Por ello, para crecer y madurar, necesitamos recibir individualmente la ayuda espiritual diaria de parte de Dios para nutrir nuestras almas (1ª Pedro 2:2). Mirar con nuestros propios ojos la Palabra de Dios significa desarrollar y madurar nuestra fe. El crecimiento espiritual cotidiano se recibe a través de la Palabra eterna que es Cristo Jesús.
La mujer samaritana tuvo un encuentro personal con Cristo Jesús que cambió su vida para siempre; entonces ella recibió agua y alimento espiritual que duraría para toda la eternidad. Y una vez que ella fue transformada desde el interior, pudo animar a otros a que no solamente escucharan las palabras de Jesús, sino a que tomaran el desafío de acudir a Jesús y miraran con sus propios ojos al Dador del agua y el alimento espiritual eterno.
Todos necesitamos encontrarnos personalmente con Cristo; sin embargo, no solo escuches sus palabras, sino prueba y mira con tus propios ojos su bondad (Salmo 34:8)
Puntos sugeridos para orar:
Como aquella mujer lo hizo, nosotros también reconozcamos que Dios tiene un conocimiento pleno de todas nuestras debilidades y nuestros defectos, que no somos perfectos, y que solamente Él puede limpiarnos y hacernos de nuevo cada día.
Pidamos a Jesús que Él llene nuestro espíritu de agua viva hasta que entendamos que separados de Él no somos nada ni tenemos nada de valor fuera de sus caminos.
Pidamos por nuestros amigos en la iglesia, por nuestras familias, y por todas las personas de la iglesia, que todos lleguen a tener un encuentro personal con Cristo que los transforme desde adentro y cambie su destino para siempre.