Derrotando a los Enemigos de Nuestra Mente



”Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” 2ª Corintios 10: 3-5

Devocional 13

Serie Segunda de Corintios


Vuelve a leer el texto pausadamente, y asegúrate que captas la idea principal en estas líneas que escribió el apóstol Pablo; Pon especial atención a la frase: “las armas de nuestra milicia”; La vida del cristiano se asemeja en una manera muy práctica a una batalla. Una batalla que, lo deseemos o no, tenemos que enfrentar todos los días, y necesitamos algunas “armas” para vivir como verdaderos discípulos de Cristo. Sin embargo, ¿Nos equipamos cada día con las “armas” que Dios nos da para enfrentar la vida? ¿Será posible que la falta de equipamiento de nuestra parte sea la causa de muchas de las derrotas que a veces sufrimos?

 

Pablo, en una ocasión le escribió lo siguiente a Timoteo: “Tu, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús… Tú, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.” (2ª Timoteo 2: 1 y 3); dando a entender que la vida como discípulos de Cristo, y como siervos de Dios, tiene recompensas extraordinarias, mas allá de lo que se puede expresar en este momento. La gracia de Cristo es como un manantial inagotable de las bondades de Dios hacia nosotros. Es como una atmosfera que nos rodea y nos cubre con toda la plenitud de Dios a donde quiera que vamos; El arrepentimiento y el perdón de pecados, su trato incondicionalmente misericordioso, la vida eterna y la salvación, la restauración, y muchas otras cosas que implica la gracia de Dios por medio de Cristo. Pero todo aquel que NO se esfuerza por creer y por vivir en estos regalos que la gracia de Dios nos da, no puede ser una verdadero discípulo de Cristo; no puede llegar a ser un buen soldado y tampoco será un buen siervo de Dios.  Hay grandes recompensas en la vida cristiana, pero es necesario esforzarnos, y luchar como soldados de Jesucristo por ellas.

Necesitamos tomar las “armas poderosas” que Dios nos da, pero ¿Cuáles son estas “armas” con las que Dios nos ha equipado?, Y ¿A que nos enfrentamos verdaderamente cuando tomamos estas “armas”? ¿Cuáles es el verdadero enemigo que enfrentan los cristianos, y como lo pueden vencer?

 

Pablo tenía plenamente identificado a uno de los enemigos mas fuertes que enfrentamos como cristianos. Obviamente, nuestro adversario el diablo tiene muchas armas contra nosotros, pero una de las principales quedó expuesta en este texto que acabamos de leer aquí. Este enemigo se llama: “fortalezas en la mente”; las fortalezas mentales aquí se dividen en dos grupos, primeramente encontramos los “argumentos”, o especulaciones, que nos llenan el pensamiento de dudas, de temores, y de incertidumbres para evitar que conozcamos más a Cristo. Son los pensamientos que vienen de pronto a nuestra mente cuestionando la realidad de Dios, su fidelidad, y nos hacen titubear respecto a la fe en el poder de Cristo. ¿Será todo esto realidad? ¿Será Cristo poderoso para cumplir lo que dice la Biblia? Etc. Estos argumentos tienen como objetivo detenernos o estorbarnos para evitar que sigamos conociendo a Dios con la libertad con que debemos hacerlo.

En segundo lugar, la otra fortaleza mental es la “altivez”. La altivez es la soberbia del hombre que se enaltece a sí mismo, negando su necesidad de Dios. Es el ser humano que se alaba a sí mismo de tal modo que niega su dependencia de Dios o de cualquier otra persona, y que mira con menosprecio a los demás. El profeta Isaías escribió respecto al final de las personas soberbias: “La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; Y Jehová solo será exaltado en aquel día. Porque día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido.” (Isaías 2: 11 y 12) . La altivez impide que los seres humanos, e incluso muchos cristianos, puedan escuchar y recibir con sumisión el mensaje de Cristo, y es un estorbo para vivir en obediencia a la palabra de Dios. 

 

El gran objetivo de la vida cristiana es llegar a conocer a Jesús cada vez más; Descubrir cada mañana su amor inagotable por nosotros, y darnos cuenta de su poder para suplir todas y cada una de nuestras necesidades. Para llegar a conocer a Cristo es necesario escuchar su voz y permanecer en sus palabras todos los días de nuestra vida, y para poder hacer esto necesitamos vivir en sumisión y en obediencia a Él. De hecho, la palabra “obediencia” en este texto significa “oír con sumisión”, de tal manera que la obediencia a Dios se alcanza escuchando con sumisión su palabra y su voz. Es por ello que la altivez es una arma tan frecuentemente usada por el enemigo, ya que la altivez es totalmente contraria a la sumisión, y se siembra en el pensamiento humano para evitar que el corazón altivo pueda ser sumiso hacia Cristo.

 

Las armas de nuestra milicia son poderosas en Dios para destruir estas dos fortalezas que frecuentemente encontramos en nuestros pensamientos (la altivez y los argumentos). Las armas que Dios nos ha dado son: la oración, la adoración, la alabanza, la lectura bíblica, el arrepentimiento, y la comunión íntima  con la Iglesia. Cuando encuentres dudas, temores o incertidumbre en tu pensamiento, pon en marcha todas las armas que Dios te ha dado por medio de Jesucristo.

También ora frecuentemente para que Dios te libre de tener un corazón altivo. En una ocasión el Salmista escribió algo así: “líbrame de mis propios errores, porque ¿Quién puede entender sus propias faltas?”. La altivez crece de manera muy sutil en el pensamiento, creyendo que tenemos el mejor razonamiento para conocer a Dios o para corregir la vida de las personas, o enderezar el rumbo de la iglesia, cuando la realidad es que todos necesitamos “oír con sumisión” a Cristo todos los días para ser cambiados personalmente.

 

Lleva tus pensamientos en sumisión a la obediencia a Cristo. Dios nos ha dado las armas más poderosas e infalibles para lograrlo paso a paso. Usa las armas de Dios contra los enemigos de tu mente; abandonemos juntos toda especulación y toda arrogancia en el Nombre de Jesús.