“Queremos que se enteren de la gracia que Dios les ha dado a las iglesias de Macedonia. Que en medio de las pruebas más difíciles, la abundancia de su gozo y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de participar en este servicio para los santos.” 2ª Corintios 8: 1-4 (Versión NVI y RVA)
Aquí tenemos un ejemplo muy alentador de lo que significa ofrendar y ser verdaderamente generoso para el bien y el avance del evangelio de Cristo.
En este tiempo de su ministerio, el apóstol Pablo se encontraba recolectando ofrendas para los hermanos cristianos que vivían en Jerusalén; los cuales atravesaban situaciones de pobreza y persecución. Pablo iba entre las iglesias de los gentiles solicitando que ofrendaran para el bienestar de estos hermanos.
Cuando llegó el tiempo de que Pablo pidiera ofrenda a los hermanos en Corinto, les pone como ejemplo a la iglesia de Macedonia. Una Iglesia que, como acabamos de leer, era profundamente pobre. Vivian en extrema pobreza, sin embargo, algo los motivó para que ofrendaran más allá de sus fuerzas. No solo eso, sino que fueron insistentes con Pablo para que les permitiera participar más en este privilegio de ofrendar. Y Pablo le dice a los corintios:
“Queremos que ustedes se enteren de lo que la gracia de Dios ha hecho en las iglesias de Macedonia. Que vean el milagro que Dios ha hecho en el corazón de los macedonios, que siendo una iglesia tan pobre, han dado una ofrenda tan abundante y tan generosa, que han agradado el corazón del Padre y nuestro corazón también.”
Este es el ejemplo que todos nosotros necesitamos seguir y conocer cuando se trata de ofrendar para la iglesia de Cristo. ¿Qué fue lo que motivó a los macedonios a ofrendar así? ¿Qué fue lo que hizo la gracia de Cristo en el corazón de estos hermanos para que respondieran de esta forma tan alegre y generosa?
Los macedonios tenían razones de sobra para no dar nada; eran muy pobres, carecían de muchas cosas, y tenían muchas aflicciones. Mientras muchas personas, como se puede imaginar, podrían estar quejándose de que Dios no está cuidando de ellos, al permitir que sean perseguidos y pobres, estos cristianos eran increíblemente diferentes. ¿Qué hizo que estos macedonios tuvieran este sacrificio de generosidad humanamente inexplicable en medio de la aflicción y la pobreza? La respuesta explícita y clara: la abundancia de su “gozo” que abundó en riquezas de su generosidad.
El gozo fue la causa y el manantial del cuál fluyó la generosidad de los macedonios. El gozo era la raíz, la generosidad el fruto. El gozo era el manantial, la generosidad era el arroyo. No tenían solamente gozo, sino un gozo abundante, excesivo.
No era una gozo que estuviera basado en circunstancias externas, ya que estaban en grandes pruebas y tribulaciones. Entonces ¿de qué estaban tan gozosos estos macedonios en esas terribles circunstancias? ¿por qué ese gozo abundante los motivó a dar tan generosamente sus ofrendas?
La respuesta está en el texto bíblico que acabamos de leer:
“la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia”.
Si nuestra respuesta a la gracia que Cristo nos ha dado no es este tipo de gozo, es porque todavía no conocemos como deberíamos el pecado y la ira, el infierno y la cruz, la resurrección y el perdón, Cristo y la esperanza de gloria. Pero, para los macedonios, la gloria de la gracia de Dios era más hermosa, valiosa y satisfactoria de lo que cualquier riqueza o comodidad jamás podría ser. Ellos habían visto en sus corazones la gloria de Cristo, y nada podía sobrepasar el valor de lo que habían visto y recibido en Jesucristo. Ninguna aflicción, ninguna pobreza podía quitarles su alegría.
La gracia de Dios había transformado el corazón de los macedonios de tal manera que ya no eran personas egoístas, sino que ahora buscaban extender y expandir el gozo que Cristo había puesto en su corazón. Es un gozo que se contagia y que nos pone en la búsqueda de hacer a los demás eternamente felices en Dios, tal como nos ha sucedido a nosotros.
Ofrendar a Dios debe ser un acto de gozo abundante. Un gozo que se origina únicamente de la gratitud y la satisfacción total de lo que Cristo ha hecho en nuestra vida.
No creo que las ofrendas de macedonia hallan sido millonarias; lo que sí fue maravilloso y rico, fue la abundancia de su generosidad. Creo que sin importar la cantidad que ofrendemos para el Señor, lo verdaderamente agradable para Él es la ofrenda que fluye por el gozo, la gratitud, y la disposición de nuestra vida misma en respuesta a la gracia que Él nos ha mostrado. El apóstol Pablo escribió:
“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”.
Dios no se hace más rico o más pobre cuando nosotros ofrendamos. Verdaderamente, Él no necesita tu dinero ni el mío para cumplir con sus planes para la Iglesia de Cristo. Porque Él es el dueño del universo, y si Él quisiera aún de las piedras sacaría dinero. En una ocasión, Jesús sacó una bolsa con dinero del interior de un pez para pagar sus impuestos. Imagínate. Entonces, el ofrendar es más bien una bendición y una oportunidad que Dios nos da para ser participantes gozosos y activos de su obra de amor en esta tierra. Es un privilegio para nosotros poder ofrendar para la obra del Señor.
Ora pidiéndole a Dios que te permita valorar su gracia de tal manera que cause en ti un gozo tan abundante que ninguna pobreza o adversidad en la vida te lo puedan quitar. Pídele que este gozo, que te liberará de todo temor, produzca un corazón generoso en ti para el avance de su obra y para el bienestar de los hermanos.