Devocional 3
Serie Segunda de Corintios
“Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cuál también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.” 2ª Corintios 1:21 y 22
En esta segunda carta que el apóstol Pablo escribió para la Iglesia cristiana en Corinto, podemos darnos cuenta de la claridad mental, la lucidez, la seguridad interior, y la certeza que Pablo tenía respecto a su ministerio y respecto a su propia persona.
Aunque la misión de pastorear a la Iglesia de los Corintios había sido sumamente complicada para Pablo y sus colaboradores, lo que permitió que esa Iglesia alcanzara los propósitos de Cristo para ese lugar, esa cultura, y ese tiempo, fue la FE en la obra de Dios para cada corazón.
Pablo siempre les enseñaba a los cristianos a tener una identidad bien afianzada, y bien segura en la obra del Espíritu Santo. También les enseñó y les demostró que, al igual que él, ellos siempre debían tener bien claro quién era el que los había llamado, los había ungido, los había sellado, y les había dado las “arras del Espíritu en el corazón”. Gracias a esta FE, y a pesar de todas las dificultades, la Iglesia de Corinto se mantuvo firme, gozosa, y llena de esperanza hasta el final.
Hoy, es necesario que nosotros también obtengamos esa misma claridad mental y espiritual; y esa misma seguridad en la obra que Dios ya ha hecho, y sigue haciendo en nuestro corazón cada día. Dios nos ha ungido, nos ha hecho capaces para cada diferente tarea que desempeñamos hoy como Iglesia local. Cada quién es un pieza diferente y fundamental. Pero la capacidad no proviene de nosotros mismos, sino del poder del Espíritu Santo y de la gracia de Dios operando en nuestro ser interior, y exterior. Y las expectativas que tenemos individualmente no deben ser diferentes o superiores a las que Dios nos ha dado para nuestra cultura, nuestra localidad, nuestro entorno, y nuestra generación hoy. Es necesario afianzar nuestra identidad de siervos, y nuestra fe, en el gozo y en el contentamiento de lo que el Espíritu Santo ha provisto para nosotros hoy. Necesitamos estar conformes, contentos, y agradecidos con la visión pastoral bajo la cuál servimos hoy.
Las “arras del Espíritu en nuestros corazones” significan una prueba por adelantado del gozo y las bendiciones que experimentaremos en un futuro, en el cielo con Jesús. El término “Arras” que emplea el apóstol Pablo hace referencia a un término comercial; era un pago que se entregaba en garantía, por anticipado, cuando alguien adquiría algún bien material. Este pago también se conocía como “dinero de cautela”, y representaba que, tanto el vendedor, como el comprador, tenían un compromiso seguro de regresar a culminar la compra.
Del mismo modo, las “Arras del Espíritu en nuestro corazón” son una garantía por adelantado, un compromiso seguro de que Cristo nos está esperando en el cielo con los brazos abiertos, y con una morada lista para nosotros. Las arras del Espíritu son la garantía de que Jesús te llamará todos los días desde lo más profundo de tu corazón, diciéndote:
“Yo estoy contigo, aquí he estado siempre, nunca me he ido; te aparté, te compré y te sellé como mío”.
Pero al mismo tiempo, las arras que Dios nos ha dado, significan también un compromiso de fidelidad de nuestra parte. Como siervos de Dios necesitamos vivir en FE, pero también necesitamos vivir en FIDELIDAD a Cristo. De parte de Dios tenemos la garantía de su amor y sus promesas; y de nuestra parte, Dios espera que actuemos en FE, y que nos esforcemos cada mañana por entregarnos a Él en FIDELIDAD y en amor.