Anclados a la Disciplina de Dios



Devocional 16

“Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella. Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas. Hagan sendas derechas para sus pies, para que la pierna coja no se disloque, sino que se sane. Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”

 

Hebreos 12: 11-14 (NVI)

 

Cuando el escritor de esta carta a los Hebreos menciona la disciplina de Dios se refería a las pruebas que estaban enfrentando aquellos hermanos judíos antiguos que habían aceptado a Jesús como Salvador. Ellos se encontraban en medio de una gran persecución, y presión social, por causa de ser discípulos de Cristo. Pero el escritor de la carta quería que ellos vieran las persecuciones y las pruebas como parte de la disciplina, y la formación, que Dios quería darles a fin de que se volvieran cristianos de convicciones fuertes, gozosos, mansos, y agradables a Dios. Esto los ayudaría a tener una perspectiva plena y gozosa de la vida en los momentos malos y en los buenos.

 

El problema que muchas veces tenemos cuando escuchamos la palabra disciplina es que generalmente la asociamos con un trato rudo y áspero. Sin embargo, la disciplina, como Dios la administra, es un proceso en el cuál Él nos sostiene con ternura y amor durante cada segundo que dura la prueba para afirmar nuestro carácter en Él. El Señor se manifiesta como un buen Padre cuando atravesamos por las tormentas de la vida. Durante las pruebas necesitamos comprender que Dios no nos está quitando su amor, o que nos ha abandonado, o que nos está dejando luchar solos para que aprendamos, o que nos está castigando por algo que hayamos hecho mal.

El carácter del Padre celestial para sus hijos no es así, sino que, con paciencia, quiere producir en nosotros más santidad, más disciplina espiritual, más esfuerzo al confiar en su bondad, y mayor madurez. Por tal razón necesitamos entender y abrazar las pruebas, por el simple hecho de que el fruto de la disciplina será de muchísimo provecho para nosotros. 

 

Josué 1:9 dice “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” Durante las tormentas de la vida pídele a Dios que te llene con su Espíritu para que puedas ver que no estás solo, sino que Jesús está contigo a donde quiera que vas, y por eso puedes esforzarte y ser valiente.

 

Cuando el escritor de Hebreos dice que “renovemos las fuerzas de nuestras manos cansadas y de nuestras rodillas debilitadas”, no se refiere a una simple inyección de ánimo para esforzarnos más, sino que eran un par de expresiones bien conocidas y familiares para los judíos que había creído en Cristo. Para ellos renovar la fuerza de las manos,  significaba volver a adorar a Dios con pasión; ya que las manos extendidas o levantadas eran, y son, señal de adoración. Y las rodillas significaban postrarse para orar al Señor. Por eso ahora podemos entender que cuando este texto nos invita a renovar las fuerzas de nuestras manos cansadas y a fortalecer nuestras rodillas debilitadas, realmente nos está invitando, y convocando, como un Padre que quiere animarnos a que adoremos más fuerte en medio de la prueba, y a que sigamos orando más y más porque así permaneceremos firmes.

 

El llamado que Dios nos hace durante este tiempo de prueba es para fortalecernos por medio de una adoración espiritual, y por medio de una oración que persevera confiando en el amor del Padre.

 

¿Sabes que muchas veces con tal de estar en paz con nuestros amigos, o con nuestros compañeros de trabajo, que no conocen a Jesús, cedemos, y actuamos en conductas y lenguajes que van en contra de nuestro amor por Cristo? por esta razón el escritor de Hebreos nos invita a buscar la paz y la santidad. Es decir, nunca sacrifiquemos la santidad con tal de estar en paz. Busquemos la paz, pero sin comprometer nuestro amor por Cristo, porque sin ese amor genuino por él no podemos ver a Dios. Si estamos cruzando por pruebas debemos luchar, con todo lo que tenemos, por conservar la paz y la santidad, porque sin duda necesitaremos ver a Dios caminando sobre el mar hacia nosotros en medio de la tempestad.

 

Amada Iglesia, los invitamos a que anclen su vida en la adoración y en la oración. Que puedan decirle al Señor, en oración, que los guíe en el tiempo de la prueba para que puedan enderezar sus sendas y sus caminos conforme a la voluntad de Dios y su palabra. Que le pidamos al Espíritu Santo que nos llene para que podamos darnos cuenta de que no estamos solos.

 

Deseamos que todos puedan valorar y atesorar la compañía de Dios, y sus promesas, en medio de las pruebas. Así, ninguna raíz de amargura nos estorbará ni nos contaminará.