Anclados en Alabanza



Devocional 20

“Por lo tanto, por medio de Jesús, ofrezcamos un sacrificio continuo de alabanza a Dios, mediante el cual proclamamos nuestra lealtad a su nombre.”

Hebreos 13:15 (NTV)

 

“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca.”

Salmo 34:1

 

La alabanza es una fortaleza para el discípulo de Cristo. Es la puerta a través de la cuál salimos del temor hacia la libertad, de la angustia hacia la paz, de la aflicción hacia la confianza y la esperanza. Necesitamos alabar a Dios continuamente. Debemos alabar al Señor en medio de toda situación, y siempre debemos hacerlo basándonos en el sacrificio que Jesús hizo para nuestro bienestar.  

 

La alabanza es la expresión de confianza que necesitamos en nuestros labios y en nuestro corazón durante cada segundo de las pruebas. La alabanza nos guía para cambiar el enfoque de nuestros pensamientos, para poder contemplar y dimensionar  la grandeza de nuestro Dios en vez de estar pensando todo el día en las adversidades. La alabanza nos recuerda que Dios es bueno, que es poderoso, y que su fidelidad nos sostendrá hasta el fin. La alabanza nos recuerda las promesas de Dios en su Palabra.

 

Nuestra alabanza esta edificada y fundamentada en un sacrificio, pero no en el nuestro, sino en el sacrificio de Jesús. Su sangre, su vida, su amor, su cruz, y su resurrección nos han dado un propósito, el perdón de nuestros pecados, y la vida eterna. Siempre que tu alabanza esté centrada en la obra completa de Cristo nunca podrá ser estorbada por el enemigo.

 

La verdadera alabanza siempre tendrá el objetivo de que  proclamemos nuestra lealtad hacia el  Nombre de Jesús. Y nuestra forma de ser es lo que debe expresar continuamente nuestra lealtad al Señor. Esta lealtad se expresa en la forma en la que hablamos, en las conversaciones que tenemos, en un lenguaje que continuamente exprese convicción en las promesas de Dios, en las palabras que edifiquen siempre la vida de nuestra familia, la vida de nuestros hijos, y la vida de nuestros hermanos en la iglesia. La verdadera alabanza lucha en nuestra vida para dejar las palabras de desanimo, de derrota, de crítica, y de destrucción.

 

Hermanos, que la alabanza que levantamos a Dios como iglesia sea una canción que ahuyente la tristeza y el desanimo. Que sea una expresión de labios jubilosos, y convencidos, de una iglesia alegre porque Dios está con nosotros. Que nuestra alabanza siempre fluya de corazones agradecidos por la salvación que ya hemos recibido de Jesús, y que no esperan otra recompensa más.

 

Sacrifica tus temores, tu orgullo, y todo tu ser cuando alabes a Dios en medio de toda situación. Y pídele al Señor que transforme tu corazón para que tus labios sean una fuente continua de bendición hacia todos los que te rodean, y no una barrera espinosa con la que otros se choquen frecuentemente.