Anclados a un Nuevo Pacto



Devocional 9

“Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.

Hebreos 8: 10-12

 

Las tormentas son difíciles de enfrentar, pero también nos abren grandes oportunidades para conocer más al Señor, para confiar más en él, y para renovar nuestra comunión con él. Este es el tiempo perfecto para arrojar el ancla de nuestra vida hacia una nueva comunión con Dios. Este es el nuevo pacto que tenemos gracias a Jesús.

 

Cristo, a través de las tormentas que enfrentó, estableció los cimientos, y las bases sólidas, para que hoy puedas disfrutar de una nueva relación, una nueva comunión con Dios.

Es por la misericordia, y por la gracia de Cristo, que hoy tenemos la oportunidad de vivir bajo un nuevo pacto con el Señor, anclados sobre las valiosas promesas que leímos al inicio de este devocional.

 

El pacto antiguo fue aquel que estableció Dios con el pueblo de Israel, cuando les dio sus mandamientos por medio de Moisés en el monte Sinaí. Aquel pacto antiguo estaba grabado en tablas de piedra, y escrito con cincel, y más tarde, con tinta sobre pergaminos. Pero cuando vino Jesús, el nuevo pacto ha quedado grabado en nuestros corazones, no en tablas. Y escrito no con tinta ni con cincel, sino con la preciosa sangre de Jesús.

En la última línea de este texto de Hebreos, Dios nos dice: “Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.” La única razón por la cuál podemos disfrutar del nuevo pacto es porque Cristo fue propicio para borrar nuestros pecados y nuestras rebeliones. Este nuevo pacto ha sido edificado sobre Misericordia y Gracia.

 

Repasemos juntos las promesas de misericordia, de parte de Dios, para el nuevo pacto:

 

“Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré.” Cristo ha puesto en nosotros su forma de pensar. 1ª de Corintios 2:16 dice: “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” ¿te imaginas lo grandioso que es esto? Significa que, mientras más nos anclamos al nuevo pacto con Jesús, más tendremos su forma de pensar en nosotros. La fe que tenía Cristo actuando ahora en ti; la creatividad de Jesús operando en ti; o la misma confianza que sentía Jesús en el Padre celestial, ahora actuando en tu corazón.

Isaías 26:3 dice: “Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” Y Filipenses 4:7 dice: “Y la paz de Dios…guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

Significa que nuestra forma de pensar, y nuestra forma de sentir, estará segura, y en paz, cuando anclemos nuestro corazón a una nueva comunión con Cristo. Perseveremos en ello.  

 

“Y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mi por pueblo.” Ahora, en Cristo Jesús, tenemos una relación indestructible con Dios, nuestro Padre. “Por lo cuál estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8: 38-39).  Nosotros somos suyos, y él es nuestro. Él es nuestro Padre, pero no podemos ignorar que nosotros también le pertenecemos a él. Y por eso, necesitamos tomar responsabilidad sobre nuestras acciones, y estar dispuestos a vivir como el apóstol Pablo en Gálatas 2:20, cuando dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cuál me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Dios es nuestro, y nosotros somos suyos.

 

“Porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos.”  En el pacto antiguo solo los Israelitas podían conocer a Dios. Pero en el nuevo pacto todos podemos conocer a Dios en espíritu y en verdad. No hay impedimentos. Jesús dijo: “Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16). Todo aquel que cree en Jesús puede conocer verdaderamente a Dios. La raza no es un impedimento. La preparación secular no es impedimento. Hasta la mente más limitada puede recibir la luz del evangelio para entender la Palabra de Dios, y conocer verdaderamente a Cristo. La edad tampoco es impedimento.

Hay un impulso natural en nuestro corazón que anhela más y más de Dios, y no hay nada que nos limite para experimentar su poder, su amor, su gracia, y su provisión. Hasta donde estemos dispuestos a llegar.

Conocer al Señor Jesús nos abre las puertas para que, en la hora más oscura de la tormenta, tengamos la claridad para actuar en forma inteligente, prudente, y sabia. Y también nos abre la puerta para conocer la provisión divina de Dios en medio de la tempestad.

 

El pacto antiguo se trataba de cosas externas. Pero el pacto nuevo opera poderosamente en el interior de tu corazón. El poder de Dios fluye desde adentro hacia fuera, transformando progresivamente tu vida. El nuevo pacto está sellado con el poder del Espíritu Santo de Dios, y él quiere guiarte para que vivas una vida de poder.

Es poder para ser transformados; poder para ser fortalecidos en medio de la tormenta; poder para abandonar el pecado; poder para ser pacientes; poder para anunciar el mensaje de salvación.

Tomate un tiempo para orar, y ofrece una acción de gracias por una nueva comunión con Cristo, que es eficaz para guiarnos en todas las etapas de la vida.