NUESTRA FUNCIÓN COMO IGLESIA – PARTE 2



DEVOCIONAL 09

“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo…para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él; por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria.”

Efesios 3: 8-13

 

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor. Somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. Por lo cuál, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos.

2ª Corintios 3: 18

 

Dios nos ha traído hasta este lugar en este tiempo para que manifestemos la maravillosa, y extensa, sabiduría de Dios como el cuerpo de Cristo que somos. Es el deseo de Dios que tú enfrentes los retos de la vida lleno de una sabiduría que es superior a la sabiduría que este mundo ofrece. Y esta es la “multiforme sabiduría de Dios”.

La sabiduría humana es meramente intelectual. Esto no está mal, pero la sabiduría de Dios es mucho mejor, y más poderosa, porque también nace en el intelecto del ser humano, pero además involucra el poder y todos los recursos necesarios para hacer las cosas posibles. Es decir, Dios puede llevar nuestra vida más allá de lo que soñamos, porque pone anhelos claros, y planes congruentes con su voluntad en nuestro corazón y en nuestra mente,  y nos rodea con su poder, y con todos los recursos necesarios para expresar el verdadero evangelio de Cristo.

Esta sabiduría es la misma que Dios reveló en el carácter y en la vida de Jesús. Isaías 11:2 nos dice: “Y reposará sobre él (Jesús) el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” 

 

Nuestra perspectiva cambia cuando entramos en la presencia de nuestro Señor Jesucristo por medio de la oración y la adoración. Nuestros ojos dejan de centrarse en nuestro complejo entorno, para centrarse en el poder, la soberanía, la sabiduría, y el amor de Dios para nosotros. Es aquí donde recibimos la sabiduría que habita con Cristo.

Nuestro pasaje en Efesios nos dice que, como iglesia, tenemos seguridad y acceso con confianza delante de la presencia de Dios, por medio de la fe en Jesús. Esto significa que podemos hablar cara a cara con Dios. La idea original en este pasaje significaba que el acceso era: “permanecer de pie delante del trono de un rey.” Y así debemos acercarnos delante de la presencia de nuestro Padre celestial, como seres humanos, parados en humildad delante del trono del Rey de reyes, y Señor de señores. Con suma reverencia, con humildad, con total sinceridad, para ver cara a cara la gloria de Dios. Este es nuestro llamado como cuerpo de Cristo.

 

Finalmente, nuestro llamado como iglesia también es para no desmayar ante las tribulaciones. Así como el apóstol Pablo veía las tribulaciones como una gran oportunidad para experimentar la gloria de Dios, así también nosotros debemos pensar en las tribulaciones que enfrentamos como una oportunidad para identificarnos más con el sufrimiento de Jesús, y para ser transformados mientras contemplamos su gloria en medio de cualquier tribulación.

Sin ninguna duda podemos afirmar que cuando le pedimos a Dios que nos muestre su gloria en medio de nuestras tribulaciones, él nos responde siempre.

Las tribulaciones no representan ningún merito para nuestra salvación. No significa que por sufrir más merezcamos más cosas de parte de Dios, sino que simplemente son una oportunidad para identificarnos más con Cristo y para ver su gloria. Por eso no debemos desmayar por muy duras que sean nuestras tribulaciones, sino que tenemos que aprovechar la oportunidad para buscar la gloria de Nuestro Señor antes que cualquier otra cosa.

 

Un comentarista bíblico expresa lo que hace la gloria de Dios en la vida de la iglesia: “Esta aurora del evangelio, en la que resplandece la gloria de Dios, debe quitar de sus ánimos el desmayo que les hace cansarse, y el cansancio que a su vez les hace desmayar.”

 

Amados hermanos en la fe, busquemos con todo nuestro ser entrar en la presencia de Dios para estar de pie delante del Rey soberano y supremo de toda la tierra, busquemos su gloria cara a cara con corazones humildes, dispuestos para ser transformados. Y ahí recibiremos la sabiduría que habita en Cristo, y serán quitados de nuestros hombros el desmayo y el cansancio de cualquier tribulación.