Devocional 3
“En él (Cristo) también ustedes, cuando oyeron el mensaje de verdad, el evangelio que les trajo salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.”
Efesios 1: 13-14 (NVI)
“Él (Cristo) debe tener cada vez más importancia y yo, menos. Él vino de lo alto y es superior a cualquier otro. Nosotros somos de la tierra y hablamos de cosas terrenales, pero él vino del cielo y es superior a todos… Pues Él es enviado por Dios y habla las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin limites.”
Juan 3: 30, 31, 34 (NTV)
La vida cristiana se trata de permanecer unidos a Cristo en una relación vibrante con el Padre, con el Hijo de Dios, y por medio del Espíritu Santo. Pero al mismo tiempo, también se trata de adquirir la perspectiva de Jesús en cada área de nuestra vida. Que podamos trabajar o estudiar con la perspectiva de Jesús, que podamos conducir nuestro hogar y amar a nuestra familia con la perspectiva de Jesús, que podamos hacer deporte con la perspectiva de Jesús, y así sucesivamente.
La perspectiva de Cristo viene de lo alto, y es superior a cualquier persona y a cualquier otra perspectiva del mundo. La perspectiva de Jesús es celestial, y es superior a todos, porque Jesús habló, y sigue hablándonos, con las palabras eternas de Dios. Y esta es la perspectiva de vida que Jesús nos ofrece, una visión superior a todo lo terrenal. Sin embargo, la perspectiva de Jesús solo se alcanza cuando abrimos nuestro corazón para ser marcados con el sello del Espíritu Santo prometido. Jesús vivió en una perspectiva gloriosa, en una esperanza suprema, porque Dios le dio el Espíritu sin límites. Dios derramó la plenitud del Espíritu Santo sobre la vida de Cristo.
La iglesia de los Efesios fue una iglesia que oyó el mensaje de verdad, el evangelio de salvación de Cristo, y creyeron con todo su corazón que eran parte del pueblo de Dios. Pero no se detuvieron ahí, sino que también creyeron con todo su corazón que había algo más que Jesús quería hacer en sus vidas. Creyeron en la vida superior que Cristo les ofrecía en esta tierra, y para toda la eternidad. Creyeron en recibir la perspectiva superior que Cristo tenía para ellos. Así que buscaron de todo corazón el sello prometido por Cristo, y lo recibieron. Y así alcanzaron la redención final.
Ahora nosotros tenemos la necesidad, y la oportunidad, de recibir el sello prometido por Cristo, para caminar en la perspectiva superior de Jesús.
El sello del Espíritu Santo significa la autoridad de Cristo, sellándonos como su posesión de amor mas valiosa, y cubriéndonos con su señorío para ser nuestro dueño para siempre. Esto implica que, por su soberna voluntad, él hará que nuestra vida alcance una gloriosa herencia celestial que no merecemos y que no imaginamos.
El sello del Espíritu Santo hace que nuestro corazón arda con una llama de esperanza, de amor, y de fe en cada etapa de nuestra vida. Aún en los días más oscuros, el Espíritu Santo nos sostendrá para no desmayar, y para permanecer llenos de plenitud, de amor, y de confianza en Dios.
El sello del Espíritu Santo significa la “inversión” que el Espíritu Santo está haciendo en nuestra vida para ser nuestro Señor completamente y para siempre. Esto implica que Dios es el que proveerá todo lo que necesitemos en esta tierra hasta llegar a la redención final. También implica que él gobernará, y señoreará, sobre todas nuestras luchas, nuestras enfermedades, nuestras tribulaciones, nuestras tentaciones, y aún gobernará sobre nuestros tropiezos para convertirlos para bien en nuestra vida.
El sello del Espíritu Santo es el único que nos capacita para servir a Dios eficazmente, y para que así podamos vivir para alabar su glorioso nombre por la eternidad.
Este es el tiempo en el que Dios espera que busquemos con todo nuestro corazón el sello del Espíritu Santo prometido por Cristo. La manera de recibirlo es haciendo estas tres cosas:
- Escuchando o leyendo la palabra de Dios con un frecuente, y ardiente, deseo en el alma por conocer, y entender más, el evangelio que nos trae la salvación de nuestros pecados. Puedes orar y pedirle a Dios sinceramente que él ponga en ti este anhelo.
- Creyendo y obedeciendo fielmente todo lo que Dios nos enseña en su palabra.
- Alabando el glorioso Nombre de Cristo cada día. Puedes leer el Salmo 34 para comprender mejor el corazón de adoración que Dios ha puesto dentro de ti. La alabanza sincera y abierta, sin temor, es lo que detonará el sello del Espíritu Santo en tu interior. Cuando alabamos a Dios desde lo profundo de nuestro corazón, y le pedimos que selle nuestro corazón con su Santo Espíritu, él no tarda en responder a nuestro clamor.
Recuerda que Dios nos diseñó principalmente para alabar su glorioso Nombre, y para disfrutar de su presencia para siempre. Necesitamos el sello prometido por Cristo para adorar y alabar con todo lo que somos.