Devocional 17
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. 1 Pedro 5: 8-9
En la actualidad, muchos niegan la existencia del diablo. Incluso muchos cristianos se cuestionan si en verdad existe el diablo, y cuales son sus alcances. Pero el Señor Jesucristo nos enseñó, con toda claridad, la agresiva hostilidad de Satanás, que es enemigo de Dios, enemigo de su propósito y de todo lo que es bueno.
En una ocasión, casi al final de su vida terrenal, Jesús le dijo a Pedro: “Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandear a cada uno de ustedes como si fueran trigo; pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle, de modo que cuando te arrepientas y vuelvas a mí fortalezcas a tus hermanos.” (Lucas 22:31).
Llegando casi al final de esta serie devocional, en el tiempo de nuestra dispersión, Dios nos llama para que escuchemos la alarma de una alerta pastoral contra un enemigo peligroso. Pero dejemos claro que Jesús reprueba la preocupación, mas bien, siempre nos recomienda la vigilancia en oración, y en dominio propio, de todos nuestros actos.
En Apocalipsis 12:10, el apóstol Juan le llama al diablo: “el acusador de nuestros hermanos.” Debemos estar alerta contra un enemigo que aprovecha cualquier desvío en el pecado que cometemos, como quiera que se produzca, para acusarnos, señalarnos, y obtener un castigo sobre nuestra vida. Anda “como león rugiente” buscando a quien devorar completamente. Pero tengamos mucho cuidado, es “como” león; No es un león, sino que actúa como león, ruge como uno, pero no lo es. Aun así, es capaz de devorar el alma y el cuerpo, de cualquier persona que no se oponga a sus artimañas, y que no lo resista por medio de una batalla espiritual en la fe.
El diablo acusa, calumnia, tienta, y seduce, pero sus días están contados, y su destrucción final es inevitable e inminente. Jesucristo lo ha derrotado, y, en medio de este tiempo de dispersión, nosotros podemos resistir sus ataques, oponernos a él, y vencerlo por medio de la fe.
Ante esta batalla espiritual lo primero que necesitamos es “estar alerta”, perseverando en oración. Dios no quiere que vivas preocupado, pero si quiere que vivas vigilando tu vida en oración y en dominio propio, porque no ignoramos los planes destructivos del diablo. Necesitamos estar conscientes de que la lucha espiritual es real, existe, por lo cuál debemos vivir vigilantes de nuestra vida espiritual en la fe, y en nuestras familias.
En segundo lugar, Dios también quiere enseñarnos que no estamos solos ante las aflicciones que producen los ataques del diablo. Nunca debemos considerar que Dios nos ha olvidado, o que su favor ya no está con nosotros, porque es un hecho que muchos hermanos, en todo el mundo, atraviesan por batallas como nosotros. Así que, no estamos solos. Oremos por nosotros, pero también por los hermanos en la fe que batallan con las mismas cosas que nosotros.
En tercer lugar, la victoria llega a nosotros por medio del sometimiento a Dios. En la batalla espiritual la sabiduría humana es insuficiente, y el miedo conduce a la derrota, pero el sometimiento a Dios hace que el diablo huya de nuestra vida. Santiago 4:7 nos dice: “Someteos pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Y 1ª Pedro 5:7 nos instruye: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” De tal manera que cuando enfrentemos etapas de carencias, o de diversas aflicciones, o de lucha contra las tentaciones, el sometimiento, confiando plenamente en la provisión divina de Dios, es la puerta hacia la victoria y hacia la libertad.
Muchas veces las aflicciones hacen que nos precipitemos, tratando de solucionar todo en nuestras fuerzas, pero gran parte de la humildad es someternos ante el poder de Dios, quien es capaz de proveer todo lo que necesitamos, de guardarnos en la fe, y de darnos una salida ante cualquier tentación. 1ª de Corintios 10:13 nos dice que “No os ha sobrevenido ninguna tentación que nos sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
La Biblia nos enseña que Jesús es el León de la tribu de Judá. El es el verdadero León, que pelea por nosotros. Jesús sabía que tanto Pedro, como toda la iglesia, enfrentaríamos ataques de parte del diablo, pero Jesús oró por nosotros para que nuestra fe no falle. Por lo cuál, vivir en arrepentimiento constante, y volver a la comunión con Dios, es vital en esta lucha. Cuando resistimos en la fe Dios también puede usar nuestra vida para que ayudemos a otros hermanos a cruzar por las batallas, y que sean fortalecidos para alcanzar la victoria.
Resistamos firmes en la fe contra las acechanzas del diablo.