Cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad. Él no hablará por su propia cuenta, sino que les dirá lo que ha oído y les contará lo que sucederá en el futuro.
Juan 16: 13 (NTV)
Alrededor de todo el mundo, millones de estudiantes se sientan en las aulas de clase para escuchar y aprender de los maestros, de los profesores, o de los instructores, durante varias horas al día. Muchos estudiantes asisten a las escuelas durante siete horas, cinco días de la semana, con el propósito de recibir educación. Muchos de estos estudiantes se sientan a escuchar intencionalmente mientras toman apuntes, realizan notas para recordar, y se aseguran de comprender bien el material que se les proporciona. Sin embargo, otros solamente asisten porque la escuela es un requisito; y eso, solo hasta que alcanzan cierta edad.
Estos individuos usualmente se presentan sin pluma o lápiz, sin papel, sin libros, o sin los materiales adecuados para su experiencia de aprendizaje. Por ello, cuando llega la hora de demostrar, o comprobar, la información que previamente les fue impartida por medio de un examen, muy a menudo reprueban miserablemente porque no estudiaron ni aplicaron el material que les fue dado.
Y por supuesto, todos sabemos qué sucede en la escuela cuando un individuo falla un número determinado de exámenes o pruebas respecto a algún tema, usualmente deben repetir la clase o el curso para recibir las mismas instrucciones una y otra vez hasta que aprueben la materia y puedan seguir avanzando.
Desafortunadamente, así es también como muchos de nosotros como creyentes nos encontramos mientras navegamos a través de la escuela y el curso de la vida. Dio nos ha dado instrucciones en su Palabra y a través del Espíritu Santo como nuestro Maestro y nuestro Guía (Juan 16:13).
Tristemente, a menudo fallamos en las pruebas simplemente porque no nos tomamos el tiempo para estudiar o recibir las instrucciones de Dios. “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad.” (2ª Timoteo 2.15)
Cuando nos hacemos el propósito de estudiar la Palabra de Dios como nuestra base diaria, es cuando recibimos las instrucciones de Dios que nos preparan para las pruebas de la vida que se presentan en nuestro camino. Las pruebas ciertamente llegan y no hay manera de evadirlas. Jesús dijo: “Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque Yo he vencido al mundo.” (Juan 16.33 NTV)
Por eso, como creyentes, no solo debemos conformarnos con oír, leer, y estudiar la Palabra, sino que debemos ponerla en práctica, y en acción, a través de las experiencias cotidianas, para asegurarnos de que estamos preparados para las pruebas que eventualmente se presentarán en nuestro camino.
La palabra “discípulo”, en su raíz original, significa “el que piensa con esfuerzo”. Ser discípulos de Jesús no consiste solamente en cumplir con la asistencia, sino que se trata de comprometer nuestro pensamiento, y nuestro corazón, para esforzarnos en aprender, y en pensar más como Jesús.
Puntos sugeridos para orar:
Pidámosle a Dios que nos abra el corazón y la mente para que podamos recibir su enseñanza, su sabiduría, su inteligencia, por medio de su Palabra, con el fin de estar preparados para todas las pruebas que nos presente la vida.
Pidamos a Dios que nos recuerde que lo único que necesitamos saber acerca del futuro es que, aunque vendrán muchas pruebas que nos causarán aflicción o tristeza, en Jesús tenemos una paz incomparable, y la certeza de un futuro eterno y glorioso con Él. Pidamos que su Espíritu Santo nos inunde para que estemos animados, caminando junto a la Palabra de Dios cada día.
Adoremos a Dios, porque Él nos guía poderosa y sobrenaturalmente cada día de nuestra vida por medio del Espíritu Santo.