Estar de Pie Ante Jesús



En Lucas 21: 33-36, Jesús dijo:

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Mirad por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día... Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.

Para todos, llegará ese momento en la vida cuando nada más importará, sino sólo una cosa: Permanecer en pie delante del Hijo del Hombre.

Ya sea el día en que el Señor nos llame a su presencia, o el día en que los cielos se abran, y Jesús descienda del cielo para levantar de este mundo a los verdaderos creyentes, la cuestión importante será ¿estoy preparado para estar de pie ante Jesús? ¿He luchado genuinamente para que mi familia, mis hijos, o a quienes sirvo estén de pie ante Jesús hoy?  

Cierto es que la salvación es sólo por gracia, y por creer en la justicia de Cristo. Pero pasajes como este, hacen evidente que los verdaderos siervos del Señor necesitamos “Mirar cada uno por nosotros mismos”; es decir, considerar el estado de nuestros corazones frente a las Palabras de Jesús. Porque todas las cosas que nos afanan, un día desaparecerán, pero sus palabras permanecerán.

Nuestros trabajos, la preocupación por la economía, las aflicciones, e incluso las cosas que más disfrutamos, como la comida, las vacaciones, los pasatiempos, etc. Todo, hasta la naturaleza como la conocemos hoy, todo pasará. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, dice Jesús.

El alimento que más necesita tu alma no está en tu alacena o en tu refrigerador, sino en las Palabras de Jesús ¡Cuánto necesitamos que las Escrituras nutran nuestro ser! Porque sólo a través de ellas aprendemos a oír a Dios, a escuchar su voz, a entender su voluntad, y somos transformados desde el interior.  

Sólo por oír su voz  nos viene la fe para vencer los afanes que más nos agobian, y para vencer la maldad de nuestra carne.

En gran parte del capítulo 21 del evangelio de Lucas, Jesús describe con muchos detalles las señales del fin del mundo.  Dice por ejemplo que “se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.” (Lucas 21:10-11). Y eso ya lo estamos viviendo hoy.

Dice también, “Y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”. (Lucas 21:24). Hoy  estamos atestiguando el sufrimiento Israel, y de muchas naciones, en medio de las guerras. Este tiempo en el que vivimos es lo que Jesús llamó “el tiempo de los gentiles”; es el tiempo en que el evangelio está siendo predicado a todo el mundo; es el tiempo de gracia y de arrepentimiento para perdón de pecados. 

También dice Jesús: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas, Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.” (Lucas 21:25-28).

Ante estas cosas, somos un grupo de siervos, en una comunidad de creyentes pequeña, pero somos parte del cuerpo de Cristo, y tenemos el llamado de estar en pie ante Jesús:

Primero, no es tiempo de estar desanimados o atemorizados. Más bien levantemos la cabeza hacia las cosas eternas (ignoremos un poco más lo terrenal), y cultivemos nuestra fe, porque el día de nuestra redención se acerca.

Y segundo, es tiempo de trabajar con más entusiasmo para que ese evangelio de arrepentimiento y perdón de pecados florezca entre nosotros.

La intención de esta reflexión es: Que cada uno veamos por nosotros mismos; que consideremos en dónde está nuestro corazón hoy, pues Jesús nos llama a tener vidas de oración y nutridas de sus Palabras, pues sólo así podremos despojarnos de las cargas, de los afanes de este mundo, y del amor por la autosatisfacción del alma.

Jesús está a la puerta. Las cosas que vendrán no serán fáciles de enfrentar, pero en la comunión ferviente con Dios seremos hallados dignos del evangelio, para poder escapar de las cosas que vendrán, y cuando nuestro turno llegue, “Estemos en pie delante de Jesús”.