La Semilla de la Fe



En Lucas 17: 5, 6 y 10 leemos:

Los apóstoles le dijeron al Señor: - Muéstranos cómo aumentar nuestra fe. El Señor respondió: si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol de moras: “Desarráigate, y plántate en el mar”, ¡y les obedecería! ... de la misma manera, cuando ustedes me obedecen, deben decir: “Somos siervos indignos que simplemente cumplimos con nuestro deber.”

 

Una semilla es capaz de dar vida; esa es la esencia de nuestra fe: es poder de Dios sembrado en nuestro interior para traer vida sobre todo lo que está seco, o sin fruto. Por eso, la esencia de la vida cristiana eficaz es la semilla de fe.

En estos versículos los discípulos se encontraban un poco frustrados y abrumados debido a los altos estándares morales y espirituales que Jesús les enseñaba. En el contexto de este evento, Jesús les había enseñado acerca de la necesidad de perdonar, de amar al prójimo, y de obedecer los mandamientos de Dios; ante el reto que esto representaba, los discípulos le dijeron al Señor: “Muéstranos cómo aumentar nuestra fe.”

Ellos pensaban que si lograban tener más fe podrían entonces cumplir con los principios morales de Dios. Por eso, Jesús les enseña que la fe es una semilla pequeña sembrada en el corazón, que da vida en el espíritu, removiendo los obstáculos que nos impiden obedecer los preceptos de Dios.   

Ante los obstáculos que enfrentamos en la vida, no se trata de la cantidad de fe que podamos tener, sino de la calidad que esa pequeña semilla de fe posee en sí misma para darnos vida en el espíritu; para darnos más amor por Dios y obediencia a sus Palabras.  

Servir a Dios, cómo a Él le agrada, requiere vidas consagradas, obedientes por amor; porque el amor al Señor va removiendo los obstáculos que secan nuestra vida espiritual, e impiden que obedezcamos verdaderamente su voz y sus mandamientos. El amor al Señor es el fruto de la fe que nos hace siervos obedientes, que honran a Dios en todo.  

Por eso el salmista escribió: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.” (Salmo 119:97). Este versículo nos enseña que el medio para obedecer la ley de Dios es amarlo a Él y deleitarse en su palabra.

Servir a Dios en obediencia trae bendición para nuestras vidas. Deuteronomio 6:2-5 nos dice: “para que temas a Jehová tu Dios, guardando sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tú hijo, y el hijo de tu hijo... para que tus días sean prolongados...para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis...Oye, Israel...Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.”

Necesitamos convertirnos en esa clase de siervos que, antes que cualquier otra cosa, cumplimos con nuestro deber de obedecer al Señor en todo, porque a través de la obediencia Dios quiere bendecirnos; a nosotros y a nuestros hijos. 

¿Cuáles son los obstáculos que en esta etapa quieren secar tu vida espiritual para con Dios? ¿Qué te ha impedido obedecer al Señor?   

Dios ya ha sembrado en tu corazón la preciosa semilla de la fe en Cristo. Esa semilla nos ha dado vida en el espíritu, y nos ha dado amor por Dios. Pero es nuestro deber cultivar esa semilla con oración; con la llenura del Espíritu Santo; y con una vida devocional que se entrega a Cristo.

Dios quiere que seamos siervos que perseveran en la fe, y vencen los obstáculos con el amor y la obediencia a Cristo.