“Y esta confianza tenemos hacia Dios por medio de Cristo: No que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios, el cual también nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida. “ 2ª Corintios 3: 4 -6
Devocional 4
Serie Segunda de Corintios
Una de las cosas que el apóstol Pablo tenía muy en claro respecto a su ministerio, era que Cristo lo había llamado a servir bajo un nuevo pacto. Pablo, antes de encontrarse con Cristo, pensaba que debía servir a Dios obedeciendo el sistema de leyes del pacto antiguo que Dios le había dado al pueblo de Israel por medio de Moisés. Por esa razón, Pablo perseguía a la Iglesia, pensando que así servía a Dios, juzgando y condenando a los creyentes porque no vivían de acuerdo al sistema y los parámetros que la ley judía indicaba.
Sin embargo, el corazón y la mente del apóstol Pablo, fueron cambiados radicalmente cuando Cristo se encontró con él, lo derribó, y lo tocó para siempre. Ahora, él estaba seguro que serviría bajo un “nuevo pacto”; De hecho, cuando Pablo utiliza la palabra “ministerio” en esta carta a los corintios, se traduce en su idea más pura como: “un nuevo camino”.
Ahora bien, la clave de este texto es: ¿Con que enfoque veía el apóstol Pablo este nuevo camino? ¿Cuál era la idea principal que el apóstol tenía en mente cuando hablaba, y escribía, respecto a este nuevo pacto? Pablo sabía que el cambio esencial y crucial de este nuevo pacto, en el cuál nosotros también servimos ahora, es el toque del Espíritu de Vida. Pablo sabía que toda la diferencia la hace el Espíritu de Dios dando vida a todos los creyentes que abren su corazón a Cristo, y a la obra sobrenatural del Espíritu Santo. Entonces Pablo sabía que sus propias cartas, sus predicaciones, y sus palabras por si solas no eran suficientes para cambiar la vida de la gente; Sus capacidades y aptitudes, aunque eran las mejores humanamente hablando, no eran competentes en sí mismas. Necesitaba confiar en la obra del Espíritu de Dios, el cuál tiene el poder para escribir los mandamientos y los deseos de Dios directamente en el corazón de los hombres. Con su puño y letra, el Espíritu de Vida es quien escribe una carta viva, un poema vivo, en el corazón de cada creyente. Una nueva historia, un nuevo camino para todos los que confían en la suficiencia del Espíritu de Dios. Esto es vivir bajo el nuevo pacto. Debemos confiar en la suficiencia del Espíritu Santo.
De tal forma, hoy necesitamos abandonar totalmente la idea de que las cosas buenas que ocurren en la Iglesia proceden directamente de nosotros. No podemos pensar que somos importantes, inteligentes, preparados, o que nuestras ideas son las mejores; más bien, debemos inclinarnos hacía el pensamiento de Pablo:
“No que seamos suficientes, capaces, aptos, o competentes en nosotros mismos, para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios”.
De ninguna manera debemos abandonar el trabajo arduo, el mejor esfuerzo, el pensamiento riguroso, nuestras mejores capacidades y talentos. Todo esto, sin duda es muy necesario también. De hecho, Pablo, en otra ocasión, también escribió: “he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (Paráfrasis de 1ª Corintios 15:10); haciendo énfasis en que el servicio a Dios sí demanda lo mejor de nuestra esfuerzo y capacidad humana, pero siempre sabiendo que todo proviene de la gracia de Cristo con nosotros.
Más bien, la invitación que Pablo nos hace en este texto es a abandonar todo impulso del corazón humano que constantemente tiende hacia la auto exaltación y el reconocimiento. Es también un llamado a que siempre, todos los días, debemos confiar completamente en la obra del Espíritu de Dios en nuestra vida y en la vida de todos nuestros hermanos en la fe. Tenemos que orar, confiando en el Espíritu Santo, pidiéndole al Padre que siga escribiendo sus cartas, sus poemas, sus leyes, y mandamientos, en el corazón de los creyentes y de los siervos de Dios que trabajan junto a nosotros.
Nosotros haremos nuestro mejor esfuerzo siempre, pero debemos confiar en que las decisiones finales no están en nuestra autoridad o nuestra suficiencia, sino en las manos del Espíritu de Dios. El llamado del nuevo pacto, bajo el cuál servimos, es un llamado al trabajo humilde, callado, y sumiso ante toda autoridad que el Espíritu de Dios ponga sobre nosotros en este tiempo.
Gracias a Dios que los frutos de nuestros ministerios no dependan de nuestras capacidades solamente, sino de aquel que es poderoso para escribir sus leyes en el corazón de los hombres.